domingo, 29 de noviembre de 2020

A la memoria de José Iglesias Benítez.

Tras un periplo ausente tratando de huir silenciosamente de este virus, nos llegó la triste noticia por una llamada de un amigo común, Juan José Arias Moreno, de la gravedad de Pepe Iglesias. No esperábamos este desenlace tan cruel. Aún flota en el ambiente cultural una noticia difícil de digerir..

Lamentablemente ha ocurrido lo peor. Hoy no tenemos palabras, ni encontramos sentido. Pepe fue más que un amigo y más que un hermano. Todos lo sentimos mucho. Maltrechos y doloridos han quedado  María Ángeles, su señora, y su hijo José María. Pepe se nos fue cuando más feliz era siendo abuelo.

El dolor que nos embarga hace que embote nuestros sentidos. No hay palabras para nombrar esta gran pérdida. Descansa en Paz                                                                                   


Jarandilla, 10 octubre de 2015. (Alonso)

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"Ausencia" (Poema)

Esta pena que guardo en el costado, 
que me siembra en el alma la amargura, 
es el viejo dolor de un desterrado 
que llora sin cesar su desventura.

Duele tanto la ausencia de mi tierra,
de sus plazas, de sus calles, sus trigales… 
Hoy el viento me trajo de la sierra aromas 
tan del sur, primaverales. 

Y recordé los campos del secano 
llovidos por la luz, resplandecientes. 
Y el fuego desangrado del verano. 
Y el olor candeal del pan caliente. 

Y recordé los montes, a lo lejos, 
sus graves y azuladas serranías. 
Y recordé la plaza de los viejos 
desgranando en el sol melancolías. 

Vi el castillo y la torre y las cigüeñas.
Y el lento caminar de un jornalero
que vuelve del trabajo. 
Y las pequeñas golondrinas azules del alero.

Y los niños corriendo de la escuela. 
Y madre restregando en la cocina. 
Y una vieja que llora y se consuela 
en la voz fraternal de la vecina. 

Y aquel burro tirando del arado 
sobre la mano abierta de la tierra. 
Y un galgo que dormita recostado 
al frescor de un zaguán que nadie cierra. 

Y recordé la mano del amigo tendida 
y generosa en el abrazo. 
Y la voz temblorosa de un mendigo 
que guarda la limosna en el regazo. 

Y recordé las noches invernales 
al calor de la lumbre o el brasero. 
Y los cálidos besos maternales 
que ahuyentaban los monstruos del perchero. 

Y recordé los prados. Y las fuentes. 
Y el tibio despertar de la mañana. 
Y le hablé de mi tierra y de mis gentes 
al viento que hoy pasó por mi ventana. 

Le dije de la pena en mi costado 
que me siembra en el alma la amargura, 
que es el viejo dolor de un desterrado 
que siente que le falta Extremadura.

                                                    José Iglesias Benítez.

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