sábado, 29 de agosto de 2020

Siruela, un refugio contra el virus" (Reflexiones)


"Hechos del confinamiento voluntario, verano 2020"

Alcornoque junto a la "Huerta Amalia"
Cuando la ciudad nos aprieta, cuando en esa misma ciudad el virus nos rodea intentando encontraros a cualquier precio, bien en un descuido o despiste que puedas tener a lo largo de las veinticuatro horas del día y de los meses. Es una constante que te va martilleando el cerebro convirtiéndose en una obsesión y una situación irritable contra ese constante estado de alerta. 

No hay cosa mejor que confinarse uno mismo, al calor y la compañía  de los amigos y de la familia y siempre con ese comportamiento social que requieren las circunstancias en estos tiempos que corren o bien refugiarse en la propia soledad infinita con la simple compañía de la naturaleza del campo..


Como un día cualquiera en esos en los que te puedas hallar, cuando te pierdes a lo largo y ancho de la larga falda o umbría de la sierra de Siruela. A la espalda lateral situada al saliente del valle del Castaño ese día, como pueda ser otro cualquiera, nos sentados sobre una roca junto al camino.

El terreno con inclinación vertical en dirección indeterminada hacía la cima de la montaña. Ese sendero que se pierde en los últimos olivares, muchos ya perdidos, abandonados y cegados por la maleza que se han apoderado de ellos, y como puedes imaginarte seguir se hace ya inaccesible ya que es imposible atravesarlo. 

Solo hay cuatro caminos, que sepamos, para poder atravesar esta larga sierra de Siruela: el carril de la Raña o la Morra, el Camino de Garlitos, el Camino de Almadén y la carretera que lleva a Chillón.

Frente a nosotros allá abajo donde la falda de la sierra pierde su "ser" vemos extenderse el pueblo de Siruela, observando el colorido de sus tejados  y sus fachadas encaladas con una percepción vaga y confusa.

Es temprano y ya el sol  empieza a tomar fuerza con ese fulgor llameante que hace derretir las piedras,  El trino de algún pajarillo nos acaricia el silencio que solo es roto también cuando el viento, algo "torpe", apenas si se percibe el frescor pero que se agita suave moviendo las ramas de los árboles y haciéndolas "sentir" con el roce de unas con otras. Así es este verano entre el calor que hace con temperaturas fuera de lo normal y la mascarilla para prevenir el virus no nos dejan ni de  respirar siquiera.

Desde esta elevada altitud, al girar la cabeza hacía atrás casi podemos alcanzar lo alto de sierra con la mano, es el pensamiento que nos contagia el  verla tan cerca. Es la percepción de la imaginación la que nos hace sentir como una realidad tan cercana, pero aún algo lejana a la vez.

Algunas moscas que no comprendemos como pueden habitar tan lejos de la civilización, pués surgen en cualquier momento y en cualquier lugar. Son de pequeño tamaño con sus alitas azuladas pero son hato molestas que te ponen irascible cuando se prenden en cualquier parte del cuerpo, como puede ser en los brazos, la cara o las piernas, incluso las notas cuando se posan en la cabeza sobre el pelo. Resulta difícil deshacerse de ellas, se pegan como la lapa.

Pero, al fin y al cabo, te sientes algo aliviado pensando que aquí estás lejos del virus o al menos tranquilo, aunque nunca se sabe, como diría un amigo los otros días. "Todo está contaminado" y puede que esté escondido donde menos se piense.




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