miércoles, 20 de julio de 2011

Centenario de la muerte de... CAROLINA CORONADO, (V)



Tras el gran éxito, a esa tierna edad, del poema  “A la pluma”, Carolina Coronado surge como una gran promesa con todos los componentes  literarios que la enaltecen.

Su nombre aparece "coronado", valga la expresión, en la tierra extremeña donde nació,  sorprende y emociona internamente a sus paisanos. Quizás,  Juan Bravo Murillo por una parte y  por la otra José de Espronceda, hayan tenido algo que ver, también. Sin embargo el mérito indiscutible hay que atribuírselo totalmente a ella.

Es la época en la que reina el romanticismo, Esta corriente  llega tarde a España, a principios del siglo XIX, con respecto a los demás países. Corto pero  a la vez profundamente intenso. Podemos señalar que nuestro personaje  llegó en el momento justo de saborearlo, antes de que se impusiera el realismo que, a la  vez, se estableció  ocupando el último tercio de su vida.


Su inclinación política estuvo siempre cercana al liberalismo. Cuando el famoso "Abrazo de Vergara" le hizo concebir tal, que bordó una bandera isabelina. Siempre actuó firmemente a los dictados del corazón.

De espíritu emprendedor e inquieto pero de una melancolía triste y enfermiza la lleva a un desequilibrio nervioso cada vez más presente conforme avanza la edad.

Es una insistencia en el transcurso de su vida, que constantemente  le golpea,  se prolonga en una depresión con pocos ánimos de superación…

Admirable poema dedicado a la tórtola que aparece pocos años después de publicarse "A la pluma". .
                                          
                           A una tórtola.
Tórtola, que misteriosa 
querella de amores cantas,
dolorida,
azorada, temblorosa,
como la lluvia en las plantas
conmovida;

Que levantas arrullando
de tu seno palpitante
la alba pluma,
como el agua murmurando
en las olas, vacilante
leve espuma:

Tórtola tímida y bella,
melancólica vecina
de los valles,
nunca tu blanda querella,
tu cántiga peregrina,
muda acalles:

Lleva a el aura ese ruido
que en las soledades mueven
tus acentos:
los ecos de tu gemido
siempre amorosos se eleven
a los vientos.

Canta, canta dulcemente
con la tierna compañera
tus amores:
verás tu arrullo inocente
dar más vida a la pradera
y a las flores.

¿Mas por qué si regalado
tu murmullo en mis oídos
desfallece,
el pecho mío turbado,
a tus lánguidos gemidos
se estremece?

¿Será que yo también como tú siento
esa ternura que tu seno oprime,
y el dulce sentimiento
que de inefable amor tu acento exprime?
Con nuevo fuego el corazón se anima,
al escuchar tu canto apasionado;

¿será que también gima
en amoroso lazo aprisionado?
Es tu tristeza la tristeza mía;
con tono igual nuestro cantar alzamos;
si nunca en la armonía,
tórtola, en el gemir nos igualamos.

Pues si en gemir son iguales,
nuestras voces uniremos
retiradas,
como de dos manantiales
unirse las aguas vemos
separadas.

Mis suspiros lastimados,
tus arrullos gemidores
mezclaremos,
tú-sentidos, yo-soñados,
entrambas canto de amores
murmuremos.

Carolina Coronado


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