El fulgor de tu mirada
Anoche estuve durmiendo
bajo el fulgor de tu mirada
con los ojos humedecidos
de ensoñaciones pasadas.
Con los ojos entornados
desde la lejana distancia
pude ver tu imagen
de una pureza inmaculada.
Y soñé dormido y despierto
que a tu cuerpo me abrazaba
fundiéndose a ti con ese calor
que tu cuerpo tú me dabas.
Caí en un sueño
muy profundo
¡qué dulce sueño
la de esa noche!
En tus brazos aprisionado
me encontré prisionero
y la mirada mía en la tuya
se me perdía mí alma.
Pero un soplo de viento
llegado de no sé donde
vino a despertarnos
sin saber porque razón.
Fue quizás ese otoño
entrando por la ventana
el que sin darnos cuenta
nos despertó la mañana.
Y soñé con la mirada tuya
que en la mía se posaba
sintiendo como mi corazón
tú al mío la atrapabas.
Fue cuando comprendí
que quedaba aprisionado
con el calor de tu cuerpo
muy dentro de tu alma.
¡Qué delirio el que sentí!
Me recorrió por las venas
sin saber si eras tú
o mi mente que soñaba.
Y comprendí al instante
qué llegabas ya sin aliento
viendo que extendía tus brazos
en señal que me necesitabas.
Uní mi cuerpo al tuyo
y sentí latir tu corazón
que muy junto al mío
tú toda mía te notaba.
Quedaste dentro de mí
escuchando que me decías
con mi cabeza en tus senos
tú espíritu al mío le llamaba.
No pude menos que sonreír
y sentir como en un instante
entre quejidos de placer tuyos
mi cuerpo temblaba.
Con esos quejidos tuyos
noté como mi cuerpo
pegado a tu cuerpo
de esa pasión sudaban.
Y con una dulce melodía
de los trinos de las aves
hizo que los dos enamorados
esa melodía les embargaran.
Así cayeron los dos
en un sueño profundo
con los cuerpos ardientes
envueltos entre sábanas.
Montt, 20, agosto, 2025
Romero Salgado Pacha
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