Milagro en el río
Hoy he vuelto al río,
los pies me llevaron allí
para ver los peces de colores
que me miran y me miraban
con esa sonrisa de abril.
El calor era implacable
una primavera inesperada,
cuando llegar aún faltaba,
con saber de este tiempo
que nos da cada mañana.
Veo correr el agua
cristalina y clara,
como cuando miro
como espejo tu cara
en ella reflejada.
Los peces saltan y saltan
el agua del río arriba,
queriendo subir su cauce
y meterse en esa charca
de arriba con mucha agua.
He visto muchos peces
de belleza original
con esa luz reflejada,
del arco iris en su piel
que hiere en la mirada.
No falta ninguno
otros no conozco su cara,
el azul, el verde y el malva;
el amarillo, el rosa el morado
y ese violeta que resalta.
Quise acercarme a él
me miraba y me miraba
y no dejaba de mirarme,
me guiñaba sus ojos
y besos me daba.
Y el violeta muy celoso
moviéndose con gracia
sus aletas corriendo
de mí se escapaba.
Qué dulzura al ver
tantos peces corretear
quise ir corriendo tras ellos
por ver si me besaban.
Pero celosos unos de otros
se zambullían en el agua
y como por ensalmo
desaparecían a la mirada.
Yo quise ser un pez
para seguirles la jugada
meterme en el agua
y besarlos con mi boca
para que no se asustaran.
Vi que todos se volvían
a la vez por saber y ver
quién de ellos a la una
primero a la meta llegaba.
Y en un coro de voces
de dulzura en las agallas
un canto tras otro canto
una melodía tocaban.
Y viendo como ese pez
más tierno y hermoso,
más que ninguno de ellos
en la charca no nadaba.
Asustado y al verme
sin dejar de mirarme
al zambullirse parecía
ahogarse en el agua.
Entonces quise
ser un pez en el agua
y nadando bajo ella
por ver si le salvaba.
Tropecé con torpeza
con un canto rodado
y al caer creí iluso
que yo me ahogaba.
Yo intenté de salvar
ese amoroso pez
que fijada su miraba
que me daba besos
y me besaba.
Todos salieron al rescate,
el morado, el rosado
el verde y el malva,
en carrera desenfrenada.
y ver quien primero llegaba.
Pero he ahí el milagro
de una especie rara,
este pez maravilloso
que salió del misterio,
donde se ocultaba.
Di gracias a todos
y prometí volver otro día
a la charca donde estaban
por ver si todos ellos
allí me esperaban.
¡No, no me olvidaré
de ninguno de ellos!
Pero el milagro se hizo
y apareció de improviso
el violeta que me hablaba.
Para acariciarme
con su dulce mirada
y sin dejar de mirarme
besitos me daba.
Todos contribuyeron
al salvamento del pececito
al mismo tiempo que a mí,
con ese divino milagro,
me salvaron del agua.
No dejaban de mirarme
como a un ser extraño
que con tanta devoción
y que con tanto cariño
a todos me saludaba.
Un beso de despedida
en señal de agradecido
y la promesa de volver
en los años sucesivos
para bailar y bailar.
Por pasodoble
y sevillanas
con esos pececitos
con el morado
el violeta y el malva.
Montt, 23, nov. 2025
Romero Salgado Pacha

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