Haroldo Conti no nació en el Delta pero habló de él como sólo se puede hablar del paisaje de la infancia: rehaciéndolo como espacio mítico. En 1949, alquiló una cabaña de fin de semana en el arroyo Gambados y empezó a recorrer en bote los ríos: preguntaba "el por qué esto y el por qué lo otro de los isleros y de las islas. Se hizo socio de un club de remo; en el 54 compró la cabaña y, en un remate de la Marina, un bote que reparó en un astillero del Tigre.
De los materiales que me cedió (Eduardo Romano) fraternalmente su hijo Marcelo, cuando preparaba la edición crítica de la colección Archivos, recuerdo ante todo un cuaderno con sus poemas, que proveían abundantes pruebas de su pasaje desde el amor divino a la pasión carnal. Fechados entre 1947 y 1949, están manuscritos en un cuaderno de 150 páginas que lleva, en el retiro de tapa, la siguiente estrofa:
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