Ante ti
Porque siendo tú el mismo, eres distinto
y distante de todos los que miran
ese rosa de luz que viertes siempre
de tu cielo a tu mar, campo que amo.
Campo mío, de amor nunca confeso;
de un amor recatado y pudoroso,
como virgen antigua que perdura
en mi cuerpo contiguo al tuyo eterno.
He venido a quererte, a que me digas
tus palabras de mar y de palmeras;
tus molinos de lienzos que salobres
me refrescan la sed de tanto tiempo.
Me abandono en tu mar, me dejo tuya
como darse hay que hacerlo para serte.
Si cerrara los ojos quedaría
hecha un ser y una voz: ahogada viva.
¿He venido, y me fui; me iré mañana
y vendré como hoy...?; ¿Qué otra criatura
volverá para ti, para quedarse
o escaparse en tu luz hacia lo nunca?
Historia
Este mar es un mar arracimado
en dos brazos de tierra, clamorosos
de jaloque y leveche...; es un espeso
vino viejo de sales y de yodo.
Es un mar para jóvenes intactos;
y es un mar para seres que ya saben
lo que el mar lleva en sí, desde la tierra.
Es un mar sin jinetes, no galopa.
Y este olor de milenios a que huelen
sus orillas de pinos y palmeras,
es del mar sobre el mar: es ya celeste
como manos de arcángeles quedadas.
¡Oh su luz y su son, sus grandes nubes
que el levante desprende de los cielos
y que vuelca en el campo, como ríos
que regresan de Dios, el mar de bronce!
Incorporación a tu esencia
Densísimo, que sin moverme apenas
dentro ya de ti, sostienes mi andadura
cargada de pesantez.
No solamente tierra en declive me soportas,
sino edades: milenios, como los tuyos,
flotamos en ti... Suave y tiernamente
me llevas en mediodías
inacabables de sol.
Para aliviarme de este peso de mí
entrego a tu densor fabuloso
completa inmovilidad. Y ando.
Ando sobre tus lienzos crujientes de algas,
por tu zafiro líquido, por tu derramada esmeralda,
como por el puro mármol azul del cielo.
¡Alta galería quieta de tu firmamento,
acercándoseme íntegra!
¡Ojos los míos que se abren ciertos
dentro de ti; videntes de ti, tuyos
y realizados ojos de la inmortal espera!
Redimidos por el mar
Quieta, porque te miro siempre, hasta durmiendo,
veo a los otros llegar hasta ti
quitándose sus vestidos diferenciantes,
y penetrando en tu pulpa sostenedora...
¡Si no esperara el milagro, lloraría!
Pero el milagro es siempre, porque los bruñes
y pules como a pedazos de piedra, y fúlgidos
ostentan desde tu luz la propia lumbre.
Hermosos, son hermosos los que te incorporas.
Criaturas que deslumbran, por tu contacto.
Hombres y mujeres recién hechos,
perfectos de carne y de alma, destellando
sobre tu propio destello.
¡Alegría de que vengan aquí los míseros
de belleza, los lentos de la tierra, los torpes
y los sanos! ¡Alegría para mis ojos, tus dos fuegos,
que se salvan, por el milagro tuyo,
-¡oh mar piadoso y mío!-
que vuelve de oro al plomo y al barro!
Pacto
Pactemos, mi mar.
Corrobórame íntegro el pacto.
Cuando me vaya a la selva de casas
y de acuciantes urgencias anónimas,
has de acudir, tal y como te veo,
apenas mi corazón desmaye,
levantándome ante mí, arcangélico azul inmenso,
bañándome el duro mundo de mi contorno humano.
Y por las noches de ti, apenas callen
sus extensos rumores pinar y viento,
has de evocarme tú, has de escucharme,
diciéndote:
¡quisiera yo ser eterna, sólo por verte!
Abandonándonos a ti
Blanda e insumergible plataforma líquida
por la cual caminamos, leves,
en confiado avance dentro de ti...
¿Fue en Tiberíades tan densa la sal del mar,
como la tuya?
Ajenos a cuanto no seas tú, vamos
por el llano campo de ti, el submarino
predio del Mar Menor, y Palestina
se enciende de palmeras y de almendros,
en hogueras punzantes de nopales.
Cabras de gris pelaje ceniciento
balan con sus crías al amparo rumoroso
de arboledas primigenias... Duerme el vino
en los odres de tierra, y arcaduces gimientes
rescatan al agua dulce de su encierro.
¡Ay mis ojos ardientes, mi voz de lumbre
por pedernales tiernos a tu contacto, oh mar mío!
Quedarme quieta es el ir entre tus manos
que despiertan al sueño.