martes, 29 de junio de 2021

Bibliografía de y sobre José Iglesias Benítez: "Excursión por el río Ibor" (Artículo)

 

 Un grupo de amigos decidimos visitar Guadalupe,
 En febrero de 1987


José Iglesias Benítez, primero por la izquierda.
(Foto: Juan José Arias Moreno)



Río Ibor. Febrero de 1987.


El día fue fresquito, era de esperar. Después de pasar por el embalse de Valdecañas donde se encontraban las columnatas romas de Talavera la Vieja (Talaverilla) allí trasladados, después que las aguas del pantano sepultasen completamente dicha población, detenernos en la misma presa para contemplar esta obra de arte antigua, seguimos nuestro camino en busca del río Ibor.

El trazado de la carretera era sinuoso, con muchas curvas hasta llegar a Guadalupe dejando varios pueblos de esta zona de los Ibores y paralelamente al río. Teníamos la necesidad ineludible de detenernos a comernos los fiambres que, al efecto, llevábamos. Y que no mejor sitio que en el mismo río Ibor, a la orilla de sus cristalinas aguas que discurrían mansamente por su cauce.

Pero necesitábamos ese rico líquido, necesario en toda mesa. que mejor ocasión que esta para degustar el buen vino de los Ibores, que fama no le faltaban. Sacrificios nos costó encontrarlo ya que en todos los pueblos que preguntamos no encontramos en ninguno que lo tuviera y fue la suerte de lograr en Castañar de Ibor un par de botellas de ese excelente vino de crianza.

Una de ellas nos la ventilamos con la comida, mientras la otra botella, medio la enterramos junto al agua, para tomarla después más fresquita. Fue precioso el recorrido por el río Ibor, sus riberas presentaban una placentera frescura, todo el curso del río estaba rodeado de un verdor primaveral.

Visitamos el Monasterio y ya de vuelta para hacer noche en Peraleda de San Román, en casa de los padres de María Ángeles, nos fuimos por la carretera vieja y se nos hizo la noche. Parecía que en  la oscuridad como si buscáramos el abismo o fuésemos a escalar el Everest. Ya que llegamos al pueblo y nos pusimos a cenar algo, echamos manos de la otra botella de vino.

-¿Y el vino? ¿Tenéis alguno de vosotros la botella? -dijo Pepe.

Todos nos miramos como preguntándonos de que nos está hablando, y enseguida caímos. La botella se había quedado adormilada, acurrucada entre la hierba y meciéndose con el cantarín murmullo del agua del rio deslizándose por su cauce en esa noche oscura de febrero, por cierto, algo fresquita.


                                    Río Ibor / Peraleda de San Román, febrero de 1987.
                                                                    Alonso Pallares.




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