La alberca, palabra que procede del árabe, es una construcción hidráulica, bien excavada en tierra, bien realizada con fábrica de ladrillo, tapial o mampostería, en forma de estanque, para almacenar agua.
La denominación alberca a este tipo de construcciones, data del siglo XIII. Hay varios tipos de alberca: Alberca de distribución o albercón, alberca ornamental, alberca de ocio y alberca de riego...
Alberca. Ermita Nª Sª de Altagracia. Siruela, Badajoz. (Foto: Alonso. verano 2015) |
Vamos a centrarnos en esta última la alberca de riego: Suelen ser estanques de dimensiones reducidas, normalmente la necesaria para regar las parcelas a las que están asociadas, que reciben el agua de un ramal de acequia de uso común.
Es bastante común en los pueblos de Extremadura el uso de la alberca, de tamaño reducido, lo suficiente para almacenar el agua que va a servir para el riego de la huerta, o pequeño huerto que, en general, cada vecino del pueblo explota para el sustento casero de las hortalizas y, o para el riego de algunos árboles frutales.
Sistema que se sigue empleando, aunque con menor frecuencia. Muchas huertas están abandonadas, bien porque el manantial que sustentaba la alberca se ha secado, bien porque el asunto ha quedado en desuso, ya es menos necesario para la manutención familiar.
El uso de la huerta se ha reducido a unos pocos nostálgicos, ya jubilados que se entretienen en su huertecillo, le sirve, más que nada de distracción y entretenimiento. Aquí mata sus horas diariamente con el sabor dulce del disfrute.
Alberca en desuso. No le llega el agua porque el manantial se secó. (Foto: Alonso. verano 2015) |
Quien no recuerda en su primera juventud, aquel que se ha criado en un pueblo y ha vivido de estas experiencias, a escondidas bañarse en las albercas. Siempre a escondidas, claro está, pues el agua de la alberca solía estar demasiado fría al contraste del calor veraniego y la mamá del muchacho o la abuela no les permitían hacerlo, más aún si la huerta se encuentra en la umbría de una sierra. De esos resfriados veraniegos se ha pillado más de uno.
Las albercas de entonces puede que tengan algunas historias que contarse, algunas entrañables y otras divertidas. Alrededor de ella se agrupaban en verano el conjunto familiar que iba a regar y al mismo tiempo, antes de iniciar el riego de la hortaliza que había plantada, las mujeres lavaban la ropa que llevaban cargada en la burra sobre el brocal de la alberca. Y debajo de la frondosa higuera que daba sombra a la alberca y su contorno, se comían la merendola y después se echaba el "soñitón".
Otras veces se iban a lavar varias mozas, amigas todas a una alberca determinada de alguna de ellas y allí eran las "Reinas" del lugar. Mientras lavaban cantaban y se contaban historias, y reían y cantaban sin resuello. Y si por alguna casualidad se acercaba algún mozo que pasaba por allí, este no sabía lo que le esperaba. El divertimiento era total y la juerga, en mayúscula, de las lozanas muchachas era descomunal. No tenían piedad del varón, los desnudaban y le hacían miles de perrerías y, por supuesto, le echaban, entre la frenética algarabía, de cabeza a la alberca. El mozuelo salía corriendo de allí con el rabo entre las patas, y ellas detrás para alcanzarlo y seguir con el jolgorio.
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"El agua que está en la alberca".
Poema de Pedro Salinas
El agua que está en la alberca
y el verde chopo son novios
y se miran todo el día
el uno al otro.
En las tardes otoñales,
cuando hace viento, se enfadan:
el agua mueve sus ondas,
el chopo sus ramas;
las inquietudes del árbol
en la alberca se confunden
con inquietudes de agua.
Ahora que es la primavera,
vuelve el cariño; se pasan
toda la tarde besándose
silenciosamente. Pero
un pajarillo que baja
desde el chopo a beber agua,
turba la serenidad
del beso con temblor vago.
Y el alma del chopo tiembla
dentro del alma del agua.
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