Dirigidas a Ricardo Esteve Conejero.
Algunas referencias sobre el tema: (El Mapa del África Occidental Española de 1949 a escala 1:500.000: orgullo militar, camelladas y juegos poéticos saharauis)
Las últimas dudas previas a la edición enviadas desde Madrid, que tendía a la arabización toponímica, las recibirá Domenech Lafuente, que se encontraba en Sidi-Ifni; es decir, en el anti-Atlas y no propiamente en el desierto. En la comunicación de este con Esteve Conejero, que se encontraba en El Aaiún, puede verse con claridad la intención y los métodos empleado en la transcripción de los nombres: “Naturalmente que ahora estamos en un momento en que hay algunos saharauis por aquí, en Ait Ba Amran [Ifni], huyendo de la sequía, pero a estos individuos hay que movilizarlos, hay que traerlos a esta ciudad… hay que tener la paciencia –repito- de escuchar despacio y con atención a los “saharauis” y escribir lo que ellos dicen, porque creo que –hoy por hoy- lo que se necesita en el mapa que están ustedes levantando son los nombres tal y como los pronuncian los nómadas que por ese desierto se mueven.
Pensar en llevar Gramática, pensar en llevar reglas a la toponimia, va a ser un verdadero y auténtico lío, y el final será el que quede arabizado todo ese mapa cuando convenga acaso que quede hasanizado (al menos en aquellas zonas en donde normalmente se mueve gente de habla hasanía)” (AGA, 1949b).
Flores Morales es quizá el autor que más ha destacado estas cualidades de los saharauis: “tienen un sentido espacial muy desarrollado, el de la orientación. Su memoria conserva los más difíciles panoramas, aunque hayan sido vistos una sola vez... [/] Un nómada completamente inculto, si es interrogado por cualquier jefe de expedición, dibujará con su dedo o con un palo en el suelo un croquis en el que señalará el punto que le interesa. Tiene el nómada sentido topográfico, ya que para él la dirección es cuestión de vida o muerte. [/]
Es un gran reconocedor de huellas. Es capaz de identificar a un individuo de una tribu determinada por las huellas dejadas por sus pies desnudos en el terreno, y lo hace tan seguro como un policía de un país civilizado identificaría a un malhechor por sus huellas digitales [/] Cuando se le pierde algún camello, no vacila, se va derecho al pozo más cercano y allí busca entre centenares de huellas que dejaron otros tantos dromedarios al abrevar, venidos de sitios completamente opuestos, y sigue la pista a las de su animal, que pronto reconoce y que posiblemente pasó por aquel sitio el día anterior, hasta que al fin lo encuentra, y vuelve a su jaima, quizá a los cinco o seis días de su partida. [/] No es raro, yendo en caravana, ver un guía echarse de bruces en el suelo y oler detenidamente.
Su olfato no le engañará: dirá al momento si en las proximidades hay agua en las «daias» formadas por las lluvias o si ya no quedará. Es fantástico, pero es la realidad [/] Si ven una bandada de pájaros emigrantes, la observan con detenimiento, y se fijan enseguida de donde vienen y qué dirección toman, y años más tarde, al pasar por el mismo sitio, dirán: «Allí hay agua, pues una vez vi como unos pájaros iban hacia aquella dirección»”(Flores Morales, 1949, p. 407-8)
Es un gran reconocedor de huellas. Es capaz de identificar a un individuo de una tribu determinada por las huellas dejadas por sus pies desnudos en el terreno, y lo hace tan seguro como un policía de un país civilizado identificaría a un malhechor por sus huellas digitales [/] Cuando se le pierde algún camello, no vacila, se va derecho al pozo más cercano y allí busca entre centenares de huellas que dejaron otros tantos dromedarios al abrevar, venidos de sitios completamente opuestos, y sigue la pista a las de su animal, que pronto reconoce y que posiblemente pasó por aquel sitio el día anterior, hasta que al fin lo encuentra, y vuelve a su jaima, quizá a los cinco o seis días de su partida. [/] No es raro, yendo en caravana, ver un guía echarse de bruces en el suelo y oler detenidamente.
Su olfato no le engañará: dirá al momento si en las proximidades hay agua en las «daias» formadas por las lluvias o si ya no quedará. Es fantástico, pero es la realidad [/] Si ven una bandada de pájaros emigrantes, la observan con detenimiento, y se fijan enseguida de donde vienen y qué dirección toman, y años más tarde, al pasar por el mismo sitio, dirán: «Allí hay agua, pues una vez vi como unos pájaros iban hacia aquella dirección»”(Flores Morales, 1949, p. 407-8)
La última frase resulta interesante y requiere un comentario, pues este es un problema que se acentúa, más que en ningún sitio, en la cartografía de zonas desérticas. Por Lombardero sabemos que los inicios del mapa coincidieron con una época extremadamente lluviosa, como se ha comentado más arriba, muy abundantes en las zonas donde por esos años se estaban realizando las minutas del mapa, y también que las últimas campañas en la zona del Tiris se fueron retrasando porque una pertinaz sequía había dejado sin pastos la región impidiendo, hasta el otoño de 1949, la finalización del mapa. Esto puede ser una explicación.
AGA, 1949a, Carta de julio de1949, de Ángel Domenech Lafuente a Ricardo Esteve Conejero
AGA, 1949b, Carta de julio de 23 oct. 1949, de Ángel Domenech Lafuente a Ricardo Esteve Conejero.
AGA, 1949c, Carta de 5 de agosto de 1949, de Ángel Domenech Lafuente a Ricardo Esteve Conejero.
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