(II parte)
Y, queremos seguir recordando... Este pueblo de Sotoca con ser tan pequeño y, aún así, tiene esa particularidad agraciada de haber sido visitado por el Obispo de Cuenca, circunstancia que no todos los pueblos tienen esa deferencia.
En Sotoca han sido reconstruido casi todas las casas ruinosas que había gracias, especialmente, a la colaboración de todos estos vecinos que de vez en vez frecuentan el pueblo y no desmayan en ayudar en todo lo posible para que el pueblo sea, al menos, aldea y no ruinas.
El pueblo ha cambiado en una década. No se parece en nada. Sus casas derruidas, sin techo ya han dejado de serlo prácticamente, Una labor encomiable de todos sus, pocos, vecinos que se desviven día a día para terminar de completar una obra abocada en el olvido... Domingo, Mariano, Santiago son, por así decirlo, integrantes de esa "camarilla de obreros" y paisanos que han sido capaces de transformar en poco tiempo un lugar casi inhóspito, tal como era cuando nosotros llegamos a conocerlo... |
El pueblo es tan pequeño y deshabitado que poco más podemos añadir pero, al mismo tiempo, mucho que decir. Sus calles, tan pocas que sobran los dedos de la mano para nombrarlas: Las de Atocha, San Antonio, Solanilla, El Ejido, todas van a parar al mismo sitio, al campo. En una de ellas, calle del Santuario, a su final se levanta un moral, considerado en el lugar como centenario.
Curiosidades que podemos anotar es la calle del Perchel, que terminaba como todas las vías del poblado dando al campo, era famosa en su día porque allí se reunían todos los jóvenes del lugar en busca de novia...., O más bien, y en otro sentido, a contemplar buenas vistas en las noches estrelladas y sin luna llena. Y cuando esta aparecía en el firmamento desaparecía todo el encanto sugestivo de la ilusión y el fallido propósito por la nostalgia del espíritu concebido y el desenfreno del palpitante corazón incontrolable...
Monumentos, todos, surgidos de ese afán de lograr que Sotoca se parezca más a un pueblo moderno, renacido de las mismas cenizas del fin en el que se hallaba inmerso, oscurecido, casi sin identidad. Desaparecido, por así decirlo, del mapa geográfico de la provincia de Cuenca.
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