A mi buen amigo José Iglesias Benítez
/ In Memoriam /
16 de octubre de 2020
Nos acaba de dejar un buen amigo, así, en silencio, como se van las personas sencillas, víctima de ese mal moderno al que llaman el “corona virus”, y que tantos estragos está produciendo en infinidad de familias.
Sería prolijo enumerar la gran y buena calidad de sus libros de poesía, de los que tengo alguno en mi biblioteca, dedicados por el gran autor.
Pepe para los amigos era uno de los asiduos a la famosa tertulia El Rato, que durante 20 años estuvimos celebrando en la mítica Taberna de Antonio Sánchez, la taberna de los tres siglos, situada en la calle de Mesón de Paredes 13, de Madrid.
Aquella tertulia creada por otro extremeño de Oliva de la Frontera, Francisco Lebrato Fuentes, en cuya tertulia se coló este segoviano por haber obtenido el premio de la tertulia con su soneto Golondrina y tuvo la deferencia el amigo, Paco Lebrato de prologar mi libro Segovia, esa tierra perdida.
Durante esos 20 años asistíamos a la tertulia, en la que me codeé con “Pepe”, por nuestro gran amor a la poesía, con el que disputaba a ver quién de los dos hacía más sonetos, de los que en una de las tertulias le dediqué tres sonetos.
Aquella tertulia era de extremeños en Madrid, excepción hecha de este segoviano, por los motivos expuestos.
Llego tarde amigo Pepe, llego tarde para despedirme de ti con un fuerte abrazo. Llego tarde, pero desde aquí te lo mando al infinito mundo del cielo de tantas estrellas que parpadean, ese mundo sideral al que todos iremos a parar.
Y le doy ese infinito abrazo a tu tan querida esposa Mari Ángeles, que no dudo te ha de llegar a través de ella.
Descansa en paz amigo y espérame en ese mundo sideral al que, cómo te digo, todos iremos.
Tu amigo Paco Puch.
Cómo homenaje a su persona reproduzco aquí el soneto “Golondrina” para que lo conozcan mis amigos de esa otra Tertulia de La Gloria de Águilas en la que también me “colé” con los tertulianos Aguileños:
Golondrina (Soneto)
Llegaste, como siempre, en primavera,
al alero sombrío del tejado
tu nido te esperaba, abandonado
desde que el sol radiante se escondiera.
Regresaste otra vez, como si fuera
que solamente ayer te habías marchado;
volvías a traer tu soplo alado,
cuál si hoy volviera a ser la vez primera.
Y así continuarás año tras año,
cruzando el cielo azul con raudo vuelo
para llegar al nido en el alero.
Y en otoño, de nuevo el desengaño,
tú volarás en busca de otro suelo,
y mientras, Golondrina, yo te espero.