martes, 1 de marzo de 2022

Bibliografía de y sobre José Iglesias Benítez: "Homenaje al poeta José Iglesias Benítez" (Artículo)

 Autor:
Ricardo Hernández Megías

Homenaje al poeta José Iglesias Benítez
por Centro Cultural Extremeño “Carolina Coronado”
de Parla, 2 de marzo de 2013.

Queridos amigos, un año más, el Centro Cultural Extremeño “Carolina Coronado” en Parla, cumple con su compromiso anual con la Cultura extremeña y homenajea a un escritor de nuestra tierra. Son ya XIX los aniversarios que cumple esta activa Asociación Cultural que año tras año, y en contra de cualquier impedimento, cumple el ritual de rescatar del olvido o volver a poner en primera línea a aquellos hombres del pasado o del presente que han entregado su vida a la magna tarea de dignificar la historia cultural de nuestra tierra extremeña. En los largos años que llevamos participando en dichos homenajes, hemos dado vida en este mismo escenario a hombres de la talla cultural de la misma Carolina Coronado, Felipe Trigo, Luis Álvarez Lencero, Pedro Caba Landa, Antonio Rodríguez-Moñino, o al más cercano y hoy presente poeta cacereño Francisco Cerro Ramos, por citar algunos de los más recientes homenajeados.

Esta vez le toca el turno, y con todos los merecimientos necesarios para ello, a un personaje singular, querido por todos los que le conocemos como amigo y admirado por aquellos que en una trayectoria poética de veinticinco años (su primer poemario se publicó por nuestra Asociación Cultural Beturia en el año 1988) se han acercado a su deslumbrante poesía.

 Nos estamos refiriendo a José Iglesias Benítez, un poeta hondo y desgarrado, como lo definió ya en su primer poemario su amigo el poeta Jose María Lorite, que ha vivido su trayectoria poética “compartiendo su vida a través de la palabra, del contacto directo del susurro o del grito, y el lirismo y la garra de sus versos, le han valido la admiración y el respeto de sus paisanos de origen, de sus compañeros de emigración y de sus amigos de la poesía”, nacido en Villalba de los Barros (Badajoz), una tierra hermosa, dura y extrema que exige a sus hijos un esfuerzo complementario de amor y de entrega. José Iglesias Benítez, Pepe Iglesias, como le conocemos los amigos, es uno más de los activos embajadores que tiene la tierra extremeña repartida por todo el mundo, sin pedir nada a cambio, más que la amistad. Un hombre bueno que refleja en su exuberante y rica personalidad, la belleza que atesora en su alma y que generosamente comparte con aquellos que se acercan a él con su misma limpieza de criterios o admiración por la belleza. En él no hay dobleces ni poses premeditadas, hoy tan comunes en hombres del mundo de las letras, como tampoco la hay en su poesía, que discurre como un arroyo de aguas limpias donde se refleja la propia vida del autor. Una poesía de amor, de delicadezas sin artificios, de sensibilísima contextura, nacidas de un espíritu superior que se vuelca y derrama para dar al mundo una pátina de belleza allí donde solamente el hombre corriente ve grisura y desconcierto. De amor a una mujer que nació en la ternura y que le envolvió en su cintura coronada de estrellas, una mujer que hizo que le temblaran en los dedos las lunas y las rosas, una mujer, Marian, que le ofreció sus dedos cubiertos de cerezas.

Una poesía de amor a su tierra extremeña, donde nació, creció y soñó a la sombra de los torreones del castillo, de las cigüeñas que en las tardes de verano le saludaban desde los campanarios, torres y espadañas de su pueblo, que midieron un tiempo, si feliz, tan fugitivo, haciendo con sus picos “gazpacho”; donde por primera vez sintió el olor del pan candeal que amasaban las manos de su padre, mientras éste presentaba, abierta en costado, la herida de los pobres y en sus ojos guardó la dignidad, de luz un látigo para azotar la pena que afrontaba, y vivió el dolor y la desesperanza de ver a sus amigos de la escuela marchar un día hacia otras tierras españolas, o hacia las alemanias todas, para ya nunca volver, y a quien le duele la ausencia de su tierra, de sus plazas, sus calles, sus trigales… y a ella vuelve una y otra vez con su pluma para hermosearla con sus versos, para hacerla más cercana, más humana, más habitable para todos.

Una poesía de compromiso con aquellos que sufren los embates de la vida, de la pobreza, de la injusticia, y mira con ojos doloridos, él que se dedica vocacionalmente a la educación de los jóvenes, a ese niño que recoge cartones por las calles de Madrid y que nunca tendrá la oportunidad de dignificar su vida a través de la enseñanza, del trabajo digno, de la igualdad de oportunidades; que denuncia a través de la palabra escrita, el dolor que le causan estos desajustes sociales en una sociedad que ha matado nuevamente a Dios para enaltecer y adorar al dinero, una sociedad de fantasmas que van sin rumbo, sin Dios, de acera en acera, desgastando sus sueños y sus pasos, afanándose en un viento futuro de cenizas. Y mientras muere Dios sobre el asfalto de una ciudad sin rumbo, el poeta, con tan sólo la palabra, se echa al hombro la misión de redimir al hombre, de dignificar lo más sagrado que ese dios puso sobre la tierra. Porque esa es la misión del poeta, de los poetas, pintar de luz los callejones del alma, arder la mañana sobre un sueño de albores, para decirle al hombre que no está solo. Que su sufrimiento tiene una recompensa de amor y de entrega por parte de los demás hombres. Que la historia es un clamor de piedra y sangre. La historia es este grito, entraña dentro, reventando en los pulsos, reclamando, desde la hondura de la tierra virgen, un corazón de hombre que la sueñe.

Cuántas lecciones, amigo Pepe podemos sacar con sólo introducirnos en tus poemas; cuántos guiños e insinuaciones para despertar a una sociedad que se ha olvidado de lo más esencial y primario como es la palabra amor; la solidaridad son el que sufre, el respeto a quien nos acompaña en esta desconcertante, maravillosa, única e irrepetible aventura que es la vida.

Hoy, querido amigo, desde el Centro Cultural Extremeño “Carolina Coronado” de Parla, te ofrecemos este humilde pero entrañable homenaje desde una Casa extremeña donde tantas veces se ha oído tu voz de poeta y de hombre. Una Casa donde se vive diariamente la nostalgia por una tierra hoy ya no tan lejana como cuando vinimos con nuestra maleta de cartón y el corazón constreñido y cargado de sueños. Pero también desde una Casa desde donde hemos sabido adaptarnos a los nuevos tiempos y luchar para conseguir esas dignidades que en la nuestra de aquellos años se nos negaban. Tómalo como lo que es, un reconocimiento a tu hombría de bien; un reconocimiento agradecido a tu trabajo por dignificar la memoria de una tierra y de unos hombres, vivos y muertos, que estaban pidiendo a grito vindicarse; un merecido y entusiasta reconocimiento a tu poesía de amor, de la tierra, de compromiso con los que más necesitan. En resumen, con la propia vida que tú sabiamente bebes diariamente a borbotones.


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