domingo, 30 de mayo de 2021

1949. Juan Ramón Jimenez. "Marjen. a St.-John Perse" (Carta)

 De "Selección de cartas. 1899-1958"
Barcelona, 1973.
Páginas, 220 y 221.

                                             Correspondencia de Juan Ramón Jiménez en 1949.


       La imaginación interminable, la inexhaustiva asimilación de épocas, lugares y textos y la constante invención verbal de St.- John Perse, han venido identificándonos (con sumandos transformadores de las formaciones más antiguas, de la Edad Media, del Renacimiento, del Barroco, del Romanticismo, del Simbolismo y últimamente del Imajinismo y el Sobrerrealismo) un oasis poético, anterior y posterior al presente sucesivo.

      (Lo último que, a mi juicio, desfigura la felicidad, debitándola por transfusión inútil es el ocasional acento del conglomerado bíblico con su yes de entrada y sus advertencias de insistente retorno profético).

      En tal paraíso de un desierto que no aísla como un foso estéril, una atmósfera sólida, de la actualidad menor, la sabiduría del ser instintivo primero de Perse, con su herencia cósmica inmanente, se casa con la conciencia existida de su sinrazón última, con una separada superación de la lógica, superación que es la esencia poética. Y todo el proceso medio desparece con la quemadura hijiénica del sol externo.

      Con el hombre de Saint Pol Roux en inglés y griego, jenofontiano, y con Ezra Pound, Jamos Joyce y T.S. Eliot, principales, forma St.-John Perse la plaza moderna de las soledades: pagodas, catedrales, lonjas, obeliscos, en donde las palabras son equivalentes a las piedras. Como una plaza de Triunfo, de Sevilla, que hubiera recibido su Alcázar, su Catedral, su Lonja, con el culmen acomodado de su ya resuelta Giralda. Y hay en la escritura mineral de este dominante poeta francés, un virtuosismo superior, inmóvil por su propio peso en el tiempo y el espacio, como una estatua de caras simultáneas , St.-John Perse ha sido fiel siempre a las encucijadas de los cinco elementos naturales o naturalizados: el aire, la tierra, el agua, rl fuego y... la lengua.

      La lengua, resto supremo, naturaleza única, patria comunicable del desterrado.

                                                                                                           J. R. J.

(1949)

(Colaboración: Cahiers de la Pléiade, París)


(B.300)




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