Autor:
Jacinto Gil Sierra
Ante ellos se extendía un largo tramo del cauce del Guadiana. La corriente venía casi de frente hacia donde estaban, pero describía un ángulo y se alejaba hacia su izquierda. Un molino harinero junto a la orilla se internaba unos metros en el cauce en el lugar donde el río cambiaba de dirección. Entre el extremo del molino y la orilla opuesta, el agua se despeñaba en una cascada de un par de metros de altura; eran los restos del azud que durante siglos dirigió la corriente hacia el molino.
Paralelo al río, en la orilla a la que llegaban los arqueólogos, había una larga llanura en la que afloraban muchísimas rocas entre la arena colonizada por hierba y tamujos. En las rocas predominaba el color gris, más o menos apagado por la pátina de polvo, pero era un gris con matices azulados, granates o rojizos distribuidos al azar.
Algunos líquenes de poca extensión se adherían como parches colocados en las superficies de las rocas que, por estar menos soleadas o visibles, los arqueólogos no podían distinguir desde donde se encontraban. Incluso dentro del cauce emergían pequeñas islas rocosas próximas a la orilla que, en parte mojadas, aportaban tonos brillantes.
Madrid, 2022
Ed. Beturia
279 páginas
Colección: "Campos de Ortiga" nº 9
Ilustraciones en blanco y negro
Cubierta: "Petroglifo de Extremadura"
21x15 cms.
Ejemplar gratuito, dedicado con el nº 3, correspondiente a socios de Beturia, en 2022
Sin índice b.
(BE-1413)
El autor:
Jacinto Gil Sierra nació en Cheles, en 1954
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