El abuelo
El abuelo un día cuando era muy joven allá en su Galicia miró el horizonte y pensó que otra senda tal vez existía Y al viento del Norte que era un viejo amigo le habló de su prisa le mostró sus manos que mansas y fuertes estaban vacías Y el viento le dijo: "Construye tu vida detrás de los mares, allende Galicia" Y el abuelo un día, en un viejo barco se marchó de España El abuelo un día, como tantos otros con tanta esperanza La imagen querida de su vieja aldea y de sus montañas se llevó grabada muy dentro del alma cuando el viejo barco lo alejó de España Y el abuelo un día subió a la carreta de subir la vida empuñó el arado, abonó la tierra y el tiempo corría Y luchó sereno por plantar el árbol que tanto quería Y el abuelo un día, lloró bajo el árbol que al fin florecía | Lloró de alegría cuando vio sus manos que un poco más viejas no estaban vacías Y el abuelo entonces cuando yo era niño me hablaba de España del viento del Norte, de la vieja aldea y de sus montañas Le gustaba tanto recordar las cosas que llevó grabadas muy dentro del alma que a veces callado, sin decir palabra me hablaba de España Y el abuelo un día cuando era muy viejo allende Galicia me tomó la mano y yo me di cuenta que ya se moría Y entonces me dijo, con muy pocas fuerzas y con menos prisa: "Prométeme hijo que a la vieja aldea irás algún día Y al viento del Norte dirás que su amigo a una nueva tierra, le entregó la vida" Y el abuelo un día se quedó dormido sin volver a España El abuelo un día, como tantos otros con tanta esperanza Y al tiempo al abuelo, lo vi en las aldeas lo vi en las montañas y en cada leyenda, por todas las sendas que anduve de España |
Alberto Cortez
El abuelo,
Esta mujer angélica de ojos septentrionales,
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que lo hondo de ese ritmo golpea
un negro al parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.
que vive atenta al ritmo de su sangre europea,
ignora que lo hondo de ese ritmo golpea
un negro al parche duro de roncos atabales.
Bajo la línea escueta de su nariz aguda,
la boca, en fino trazo, traza una raya breve,
y no hay cuervo que manche la solitaria nieve
de su carne, que fulge temblorosa y desnuda.
¡Ah, mi señora! Mírate las venas misteriosas;
boga en el agua viva que allá dentro te fluye,
y ve pasando lirios, nelumbios, lotos, rosas;
que ya verás, inquieta, junto a la fresca orilla
la dulce sombra oscura del abuelo que huye,
el que rizó por siempre tu cabeza amarilla.
Nicolás Guillén.
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