sábado, 15 de enero de 2022

Bibliografía de José Iglesias Benítez: "Revelación final" (Poema)

 Del poemario: 
"Revelaciones"

Autor: José Iglesias Benítez 
Cáceres, 2007

Ed. Diputación Provincial de Cáceres.
Institución Cultural "El Brocense"
pp (89-99)



Revelación final (Poema)


El Ángel de la noche, el Mensajero
de los ojos profundos como lagos de níquel,
de la luz dilatada de los llanos de cadmio,
llega del centro de lo oscuro, viene,
solemne y mercurial, 
a pesar la tristeza, 
a medir las distancias que separan los cuerpos
a tasar cuanto cuesta un silencio en la boca, 
un grito en la pupila,
un temblor en los labios.
Viene a limpiar cubiles y mazmorras.

Escuchad su Mensaje
y sea su Palabra vuestra vida.

Venid, criaturas de la noche, espectros
de la sombra, luciérnaga del limo,
arcángeles noctámbulos de opacas claridades,
perdidos argonautas,
estelares guerreros derrotados,
venid.
                                             Venid deformes, indefensos,
multiformes anémonas del vicio,
los derruidos, 
los incompletos,
 los despojados,
los míseros, 
los tristes, 
los moradores
de melancolía, 
los habitantes
de las cavernas húmedas del llanto...
Y los insomnes, 
los inocentes, 
los taciturnos,
los débiles de corazón, venid.

Mirad esta ciudad de nocturnales ámbitos..
Aquí está vuestra casa.
Aquí vivís desde hace siglos, desde
mucho antes de nacer,
desde otro tiempo antes del tiempo y sus semillas,
desde otro cielo antes del aire y sus abismos,
desde otro mundo antes del mundo y sus acosos.

Aquí vivís, aquí teneos la sucia madriguera.
A pesar del cristal y del acero;
a pesar del titanio y del azogue;
y de las flores de neón, del alto
ropaje de las luces,
aquí está vuestro más negro habitáculo,

Salid, salid. Venid por todos los caminos.
Cruzad las avenidas,
pasad de calle en calle,
de rincón en rincón,
de puerta en puerta.
Venid.
Venid sin equipajes, hambrientos de esperanza,
sedientos de la espuma del prodigio,
la herida de la luna sobre el pecho,
y un pétalo de miel en cada párpado.

Que no nos importe el rastro de baba en las aceras
ni esas manchas de orín en las esquinas
 ni los charcos podridos de las lágrimas
que borran el asfalto con su lumbre:
son los signos que dejan los vencidos,
marcando el territorio de su pena.

Venid, venid, benditos perdedores.
Acercaos, benditos desolados.

Porque esta es la ciudad del desconsuelo,
la ciudad del desánimo hecho fiesta,
que deslumbra en el brillo de sus mármoles,
y envuelve su miseria en oropeles.

La Babilonia antigua donde el hombre 
cubre su desamparo con el humo
que le nubla la luz y la conciencia:
el humo del azufre y la pólvora.

Y de la soledad que mata más que el humo.
Y de la multitud que mata al solitario.

Acercaos los hijos de la sombra.
Fantasmales presencias, acudid.

Extended vuestras manos llagadas de mentiras, 
levantad vuestros ojos mordidos de desprecios,
mostradnos vuestras almas hundidas en la sima
de las desesperanzas y los desdenes.

Venid, benditos olvidados. 

Porque esta es la ciudad de los olvidos 
y ha llegado la hora de los recuentos.

Os medirán las varas de los justos
las anchas extensiones del delito
de levantar contra los siglos todos
las cárceles de amor de los abrazos.

Y hallarán vuestra culpa menos grave
que los silencios,
la duda
o la tristeza, 
de las hundidas,
devastadas regiones
de la boca, desértica de besos
y muda en los gorriones de los labios.

Os hallarán culpados inocentes
de la muerte de vuestros corazones
de las tórtolas vencidas.

Y os llamarán al filo de la aurora
turiferarios ángeles de nieve
que harán por vuestras vidas un sahumerio
con ramas de romero y flor de sándalo.

Y en la eterna ciudad de la alegría
será la noche vuestra novia eterna.


(BE-2254)




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