"Revelaciones"
Autor: José Iglesias Benítez
Cáceres, 2007
Ed. Diputación Provincial de Cáceres.
Institución Cultural "El Brocense"
Páginas, 35, 37 y 39.
Nada te pido (Poema)
(El olvidado)
Vengo con el sabor de la magarza
a buscarte la sombra para el fuego
que me abrasa la frente. Traigo el llanto
podrido en el costado. Y son heridas
las palabras aquellas, olvidadas
en el pretil inútil de los sueños.
Las palabras aquellas donde puse
un corazón sin luz que se curaba
las llagas con tu nombre o era un bálsamo
la dulce liviandad de tu presencia.
No quiero que te vayas. Y te alejas,
por caminos agrestes, de mi mano,
de mi lengua de azufre y de la terca
hostilidad de piel con que te asedio.
No quiero que te vayas. Bastaría
un ápice de miel para endulzarme
esta acidez letal que me conoces.
Bastaría una luna por tus labios
para escapar del thriller de esta noche
que devana mis últimos anhelos.
Nada te pido hoy, pero agoniza
la ciudad sin ti.
Cantan las sirenas
su estridencia de rock descoyuntado:
las ambulancias cruzan con su carga
de carne y antimonio, con su pulpa
de vida lacerada y cardiogramas
que anuncian el flash-back de nuestra vida,
las últimas secuencias de la muerte.
Nada te pido ya, sino que dejes
ese tenue perfume de tu cuerpo
en la devastación de mi osamenta
o que selles las urnas funerarias
de aquel polvo de amor y sus cenizas.
Nada te pido ya. Nada te pido.
Bastaría una risa, una palabra,
el grito destemplado del teléfono,
para hacerme otra vez tocar el cielo
de tu entraña de azúcar derretida.
Pero has sacado un filo de carámbano
del hondón de tus ojos para abrirme
de par en par las venas o has abierto
las espitas del gas que me aniquila.
No te conozco, amor, cuando te callas
y miras con rencor las manos ávidas
que visitaron en ti su desamparo,
o desnudas tus ojos de las nieves
que brindaron frescura y luces limpias
a esa acidez de páramo nocturno
que a ratos transitaste.
Si volvieras,
amor, a ser ternura, o contemplaras,
igual que ayer la fuente de mis sueños
y el manantial de fábulas que puse
al alcance voraz de la lascivia,
ardería otra vez mi nochedumbre
en el solsticio de tu luz primera.
Si volvieras, amor, a ser vasija,
llovería otra vez mi amor en celo
hasta calmar tu sed de tierra enjuta.
Nada te pido ya, mas si volvieras
a llenarme la carne de alfileres
y lenguas encendidas, si abrasaras
el pez de mi lujuria en la redoma
hirviente del deseo, si sembraras
de amapolas los campos arrasados
de mi pecho, te juro que verías
abrirse el aire con la luz del vuelo
o mis ojos ardiéndose en tus ojos
para dejar que, ciego, me guiaras.
Nada te pido, amor, más si volvieras
yo sería otra vez, un sueño alado.
(BE-2241)
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