Otra instantánea más de esta incursión a las
Las Lagunas de Ruidera en esa primavera de 2022, una cueva que nos de la que nos enteramos que perecía a la provincia de Albacete, ya que ese límite que separa esta provincia con la de Ciudad Real con, donde se encuentran dispersas casi todas esta belleza de lagunas.
Hay que decir que esta cueva es de poca importancia y solo pudimos entrar con esa precaución que requieren. El acceso a la mima se encontraba abierto. Algunos de nosotros nos adentramos valientemente tan solo unos metros por su gran abertura que presentaba como invitándonos a ello, luego se estrechaba considerablemente perdiéndose en la oscuridad de su interior, un entorno confuso por la falta de esa claridad que conforme entras se va apagando.
Y al poco de entrar la sorpresa. Llevamos un buen susto al ver que del techo del recinto se desprendían del mismo un considerable número de aves pequeñas. El susto fue inmediato por esa inesperada irrupción en el espacio que sobrevolaban nuestras cabezas, incluso alguna de ellas nos la rozaría en su trepidante huida que con nuestra presencia había provocado.
-¡Ahí va, cuantos murciélagos! -dijo Pepe al ver tanto pájaro junto.
Sólo entramos unos metros, ya que el aire parecía enrarecido con un olor intenso a gases como de azufre, gases lógicamente tóxicos que envenenaban el aire viciado que se alojaba en el interior de la cueva, así que, por lo tanto dimos en retirada.
-No prosigamos, esto tiene mala pinta -volvió a decir nuestro amigo Pepe.
Todas las leyendas populares que giran en torno a este emplazamiento tienen su inicio en el capítulo XII de la segunda parte del Quijote y han vuelto a tomar protagonismo con motivo de la conmemoración del IV Centenario de la muerte de Miguel de Cervantes. En el libro, el valeroso y loco caballero llega a la cueva acompañado de su escudero Sancho Panza y de un guía, procedentes de las Bodas de Camacho.
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