miércoles, 4 de agosto de 2021

Bibliografía de José Iglesias Benítez: "Prólogo" (II)

 Del libro: 

"Las Palabras que respiro"
Autor: Federico Guerrero                                                                                      Madrid, 2006
Ed. Beturia
pp (9-13)

                                                                                                              

Prólogo:
Autor: José Iglesias Benítez

Los escritores son como ríos. Algunos como los torrentes veloces como las montañas, presentan una belleza feroz, salvaje, plagada de rápidos y coronada de espumas. Son escritores turbulentos, atormentados y atormentadores, que te llevan y te traen con sus escritos con el corazón en un puño, con el alma en suspenso y todos los sentidos en alerta, prevenido para cada nuevo sobresalto. Escritores de un romanticismo exaltado, de una imaginación desbordada o de un lenguaje frenético, que te obligan al resuello o al suspiro de alivio en cada punto y aparte.

Y hay escritores serenos, de profundidades limpias, de aguas mansas y fértiles que, como los ríos en su curso bajo, van fecundando las tierras por las que cruzan, dejando su poso impagable en la conciencia de sus lectores. Suelen ser escritores para mas de una lectura, para la meditación y el subrayado, o la nota al margen. Escritores que en cada texto te abren la mirada hacía amplios horizontes que has de recorrer solo. O te dan un enfoque nuevo del paisaje tantas veces visitado. Escritores, en fin, para la permanencia.

Entre estos escritores debemos contar a Federico Guerrero.

Nacido en Iznalloz, (Granada), está unido a Extremadura por vínculos familiares y afectivos, y su nombre no es extraño a los lectores habituales de prensa, pues son numerosos los artículos y escritos diversos que han sido rubricados por él en distintos medios de comunicación regional y nacional. Aunque no es este el primer libro que ve la luz bajo su firma pues ya apareció anteriormente el poemario "Un manojo de poemas", su tirada fue corta y su escasa difusión, apenas sacaron a su autor del anonimato y, sin embargo, su trabajo callado, su labor literaria casi silenciosa, susurro apenas entre los gritos de los voceros: "el coro de los grillos que cantan a la luz de la luna", han seguido tenaz, año tras año, poco prolífero, sí, pero fructífero y constante, dando a la luz, la luz de su pensamiento y su palabra. Hombre sensato y escritor honrado, con la modestia inteligente de que sabe cuanto camino le queda siempre por recorrer al intelectual, cuántas dudas se abren a cada nuevo paso que damos hacía el conocimiento, ha procurado hacerse una formación sustentada en las lecturas y en estudio de las grandes obras de la literatura y el pensamiento universal.

Pero más allá de su formación autodidacta, más allá de las propias anécdotas de su vida, más allá incluso de sus propias vivencias, en Federico se aloja un escritor de vocación indisoluble. Poeta ensayista, articulista y narrador, ha puesto su vida en cuanto escribía, y no hubiera podido evitar  hacerlo siempre, en todas las circunstancias y bajo cualquier condicionante. Y en todos los géneros ha dejado cantidad suficiente de corazón como para entusiasmar al lector más comedido, y la cantidad cantidad imprescindible de inteligencia para la lectura provechosa del cerebro más exigente. En sus textos, nada es vacuo gratuito o innecesario. No hay concesiones a la retórica ni a las obviedades. Un tinte lírico, de belleza inapresable, transida delicadamente por esos párrafos en prosa qe encierran tanta poesía, pero, como un aroma suavísimo, nunca disfraza el contenido profundo de la idea, ni la exactitud del concepto que quiere mostrarnos. Por el contrario nos lo hace más apetecible, más cercanos o menos áridos.

El libro que tienes en tus manos, querido lector, es una miscelánea, un conjunto de escritos muy dispares que, por eso mismo, nos sirven para hacernos una idea bastante exacta de la calidad del escritor.

Dividido en tres partes, la primera la de ellas recoge una serie de narraciones, generalmente cortas, que abarcan distintos aspectos de la vida cotidiana, personajes que pasan a nuestro lado sin que reparemos en ellos, o paisajes vistos con una óptica nueva: desde la vieja vecina, dulce y exquisita, ferozmente tratada por el machismo de una época, a la alegoría de un mar personificado y evocador; desde el desgarro de una juventud rota por la droga, al romanticismo de un cuentacuentos que destila una metafísica íntima y elemental; o el viejo artista entusiasmado con su creación; o la ermita que cobija algo más que un pajarillo. Las historias que nos cuenta deshoja ante nuestra fantasía un mundo corriente y profundo donde hay valores como la amistad, el honor, el amor, la esperanza, la entrega a los demás, el idealismo... que aún son medida de las cosas y de los sentimientos; donde la humanidad es capaz de latir más allá del barro primigenio o del instinto de la especie; donde el hombre es más hombre por su inteligencia que por su astucia, más por su bondad que por su fuerza, más por su generosidad que por su apariencia, más por lo que piensa que por lo que dice y más por lo que siente que por lo que piensa. Narraciones estas, que se escapan del cuento o del argumento de la historia, para introducirnos en las profundidades de la cosmogonía, de la ética, de la estética y la filosofía en general y nos obligarán a recapacitar sobre la vida y el mundo que nos rodea.

En el segundo de los apartados se reúnen cerca de una veintena de artículos periodísticos que muy bien pudiéramos definir como de "costumbres", como suele hacerse con los del romántico Larra. En ellos, Federico Guerrero analiza, critica y propone el cambio de comportamientos y actitudes del ser humano actual. El siglo XXI ha heredado una humanidad huera que se pierde entre las tecnologías y los convencionalismos en una evolución (?) que lleva al hombre a olvidarse de los demás, lo convierte en un ser superficial, banal y consumista y lo encamina a la animalidad, a la desventura o a la autodestrucción. El articulista se rebela contra este estado de cosas, y si con ojo despierto y crítico muestra los errores, si con su pluma precisa señala los problemas, también con ella y su análisis agudo, nos muestra las salidas. Casi siempre la cultura, la educación, el pensamiento formado, el conocimiento... serán quienes ofrezcan al ser humano nuevos caminos hacía la solidaridad y la justicia, hacía el amor y la esperanza, en definitiva, hacía ese mundo mejor que todos pretendemos.

Federico Guerrero hurga en las heridas para limpiarlas, para cauterizarlas, aunque al descubrirlas nos desagrade y nos escueza lo que vemos. Sin rehuir ningún tema, por escabroso o difícil, bajo su escalpelo pasan las principales lacras de la sociedad actual: la guerra, la incomprensión, el egoísmo, el aislamiento de los inconformistas, el desprecio a los desfavorecidos por la suerte o la fortuna, el recelo ante los indiferentes, la mentira interesada, el desencuentro entre los hombres... Y propone soluciones: la búsqueda de la paz, la verdad, la filantropía, el altruismo, la reflexión y sus consecuentes cambios de modelos. En fin, artículos estos para meditar, para fomentar el debate y extraer conclusiones que nos hagan la vida más llevadera.

Cierra el libro una serie de escritos muy variados en sus formas y en sus fondos. Sin apartarse de su línea ética, aquí aparecen recuerdos que se le tiñen de melancolía; poesía que en un tiempo evanescente le arrebató pero cuyo perfume aún permanece impregnando la memoria: la casa de los abuelos, las coplas de la época de la radio y cine en blanco y negro... Junto a estos , textos de crítica literaria, estudios oportunos para un libro de cina, para una biografía... y textos para presentar la personalidad o la obra de algún amigo en la poesía, en la música o en el canto.

Para la despedida una carta. La carta en la botella que arroja al mar un náufrago de la vida, el náufrago que un día se ve solo ante la vida, ante la muerte, ante el mar inmenso de la ausencia. Es una carta dirigida al corazón de un único lector: el autor mismo. Un lector que sabe que detrás de la oscuridad siempre aguarda el día, y hay que abrirse a él, aunque él mismo no sepa cómo. Si el autor no encuentra la salida, el lector que la luz aguarda detrás de todos los túneles, que el sol sale siempre al final de la noche más cerrada. Son palabras tristes de un hombre que está triste, pero conserva la esperanza. La esperanza que transita siempre en todo lo que piensa, cuando cuenta y cuando escribe Federico Guerrero. El autor del libro que ahora tienes en tus manos, querido lector. Que lo disfrutes.

                                                                                                                                           José Iglesias Benítez

(BE-2080)





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