Del libro:
Autor: Theófilo Acedo Díaz.
Madrid, 2017
Ed. Liber Factory
Páginas, 74 y 75
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En fin, el nombre Platero, a más de las connotaciones con metal tan preciado, evoca al famoso animal de Moguer hecho literatura poética y, puro verso, a tenor del soneto elegíaco dedicado por el poeta de Villalba de los Barros, mi amigo José Iglesias Benítez, (ver biografía) en su segundo poemario: "En esta lenta soledad del día" (1988) endeudado con los sedimentos de la cultura y al principio del camino que solo se hace al andar y lleva recorrido:
Cálida esta, Platero la alborada.
Dora el monte la cima de su cresta.
Allá abajo, el mar está de fiesta:
de rosas lo sembró la madrugada.
Se despereza el sol. Su luz delgada
nos alcanza rodando por la cuesta.
Un tesoro de luz, la aurora presta
a la higuera con risa alborozada.
¿No recuerdas, Platero, otras auroras,
cuando el sol incendiaba los caminos
y era el pinar un canto de alegría?
Nada es igual, Platero, hoy las horas
se pueblan de recuerdos peregrinos
¡y nos falta tu tierna compañía!
(BE-2147)
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