"Cómplices del 7º sueño. El afiche y su aventura"
Autor: Theófilo Acedo Díaz
Madrid, 2003
Ed. Beturia
Páginas, 11, 12 y 13.
Prologo:
Autor: José Iglesias Benítez
Adentrarse en el mundo del cine es adentrarse en el mundo de los sueños. Es abrir los ojos de la fantasía en un universos de historias que se entreteje en la oscuridad de una sala, con nuestra propia historia, trayéndonos y llevándonos por ese laberinto de imágenes que deshilvana ante, ante nuestra mirada, el haz luminoso de nuestro proyector.
Pero este universo tan sugerente, tan nuestro y a la vez tan alejado de nosotros, necesita de un reclamo que nos despierte la imaginación y nos avive el deseo de perdernos en él. Este reclamo que hoy nos llega desde una multitud de medios, más parecido a un bombardeo que nos acosa que a una invitación que nos anima, tuvo, hasta no hace mucho, una forma plástica, hermosa, artística, que hoy se nos antoja romántica: el cartel de cine.
Aquellos carteles elaborados por artistas -muchos de ellos, pintores notables- y que, reproducidos en diversos tamaños, nos invitaba a ver la película con sus brillantes insinuaciones de rostros, cuerpos o epigrafías; aquellos carteles, digo, merecen estudios suficientemente solventes que impidan su caída en el pozo del olvido y los coloquen en su lugar en la historia del arte del siglo XX.
De eso se trata. De eso trata este libro. Theófilo Acedo Díaz, su autor, asume en estas páginas labor de recuperar el cartel, de rescatarlo, de estudiarlo, de dignificarlo y de salvarlo del desprecio con que se ve en el mundo del arte lo "utilitario". La obra artística no está definida por su utilidad o inutilidad, sino por la belleza que refleja. Al menos eso piensa Theófilo y eso pensamos también nosotros. De manera que el afiche, a pesar de su humilde impresión en papel, su uso propagandístico y cotidiano, y su vida efímera -solo estaba pensado para durar lo que durase la proyección de la película en las salas- merece ser salvado por la belleza y la calidad con que sus autores -o al menos muchos de ellos- los trataron.
Hay que tener en cuenta, además, que en las décadas gloriosas del cartel, cuando este alcanza las más altas cotas de calidad, el mundo se debate en una búsqueda de valores nuevos que marca de una manera especial el arte y a los artistas. Dos guerras mundiales, algunas locales con fuerte carga ideológica -como la española o la revolución cubana, por ejemplo- la guerra fría... serán determinantes para que algunos pintores vean sus obras expulsadas de los círculos mercantiles del arte de sus países y tengan que recurrir al subproducto del afiche para sobrevivir. Así, indirectamente, el cartelismo se verá beneficiado por algunas primeras firmas que lo harán participar de los movimientos artísticos de vanguardia. También la censura -dictaduras de todo signo, repartidas por todo el planeta, tratan de imponer por ese medio su pensamiento único- influirá decisivamente en sus obras y en sus autores, que, si bien se ven recortados en sus formas de expresión, a la vez desarrollan su ingenio para burlar a los censores y "colar" sus propias ideas en el cartel.
Theófilo Acedo estudia todo esto de forma científica, pero apasionada y apasionante. Basándose en una extensa bibliografía que refuerza sus tesis, nos presenta la evolución del afiche desde sus orígenes hasta su desaparición práctica como obra pictórica -continuará hasta hoy, sólo que ahora será la fotografía su principal base artística, normalmente fotogramas de la propia película que se pretende promocionar- y consigue una obra de divulgación de una belleza y una profundidad poco corrientes en este tipo de trabajos.
Con una prosa precisa y clara, el autor nos lleva por este universo de creación urgente, de escuela en escuela, de taller en taller, de pintor en pintor, proporcionándonos un viaje a un pasado reciente, lleno de nostalgia y representativo de un tiempo huidizo y cambiante que algunos locos, coleccionistas de carteles y sueños varios, han logrado que no perdiéramos del todo.
En las páginas de este libro iremos memorando, a veces descubriendo, un universo que fue nuestro, por el que transitamos muy a menudo, con los ojos del entendimiento cerrados, sin ser plenamente conscientes de lo que sucedía cotidianamente a nuestro alrededor. Porque el afiche, como toda obra de arte es testigo fiel de una época, y en él podemos observar no sólo las tendencias pictóricas de cada autor o de cada escuela sino la manera de vivir y de ser de las distintas sociedades en las que el cartel se desarrolló.
Pero estas pequeñas obras de arte, humildes, bastardas casi, a fuerza de ser consideradas menores, son el reclamo y el reflejo de otras de más alcance, consideradas unánimemente como obras de arte mayor<. las películas de cine. Es decir, el arte al servicio del arte, el viejo y el noble oficio del pintor, puesto al servicio de una forma de expresión nuevas, en las que el alma humana se desnuda y se recrea, como en toda obra artística, estableciendo una comunicación perfecta, una comunión, entre el creador y el espectador, que sin ese pequeño y mínimo vocero que es el cartel, muchas veces no hubiera sido posible, o al menos no lo hubiera sido en igual grado.
Esta cercanía, esta inmediatez y esta utilidad como pregonero de otra forma del arte, esta humildad también, y la enorme divulgación que el cartel tuvo, es, seguramente, lo que hoy nos convierte en algo tan próximo y tan querido. Y este guiño que el cartel nos hace desde sus colores vivos, desde sus pinceladas rápidas y precisas desde los gritos agudos de sus rótulos nos convierte en cómplices del séptimo sueño, cómplices a través de una hoja de papel pintado por un artista, a veces importante, a veces anónimo, que nos invita a entrar en la penumbra de una sala, para que nuestra imaginación vuele deshilvanada por un laberinto de imágenes, de historias que un rato nos alejen de la cotidianidad de nuestra propia historia. Cómplices del sueño de unos artistas que buscaron la complicidad de otros para invitarnos a entrar en el mundo de los sueños, en el mundo del arte, en el mundo que en este libro nos acerca la pluma de Theófilo Acedo Díaz.
José Iglesias Benítez
(BE-2077)
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