lunes, 9 de agosto de 2021

Bibliografía de José Iglesias Benítez: "José Iglesias, a propósito de su libro 'Ritual de la inocencia" (I) - Artículo)

Del libro:
"Las palabras que respiro"
de Federico Guerrero
Madrid, 2006
Ed. Beturia
Páginas, 213, 214 y 215.


 Autor:
Federico Guerrero


José Iglesias, a propósito de su libro 'Ritual de la inocencia (Parte I)

Qué suerte para todos nosotros que, esa por otra parte maravillosa facultad del ser humano de adaptarse a las distintas fases de la existencia, no anule en el poeta al niño que fue. ¿Qué fue poesía? Poesía es, precisamente la noticia que de esa incontaminación nos hace llegar.

Como bien es sabido, la poesía más que hallazgo en búsqueda, más que llegada camino, y más que interrogación. Y es que al igual que sucede con las matemáticas puras, casi todo es enunciado, planteamiento y miles de posibles salidas, casi nunca conclusión. Como poeta el autor no está obligado a aducir pruebas, con respuesta ya no sería poesía, lo mismo que las matemáticas ya no serían puras sino aplicadas. La contundencia de la poesía precisamente es su sutileza, y lo no nombrado su mayor concreción. Más que decir , la poesía sugiere, que es decir, pero con palabras tales, que sea la lectura la que interprete. También la apertura a otros significados. Cuantas veces, el poeta, con su adjetivación inocente, en ocasiones sinónima y en otras buscando contrapunto y bifocalidad, lo que verdaderamente persigue es enajenar el vocablo del hermetismo que le fue conferido y abrirlo a la diversidad. Y es que como en una ósmosis inversa, por los laberintos del verbo, lo concreto va buscando su salida hacía su adstricción.

Para leer a José Iglesias basta con dejar abiertas las esclusas de nuestra sensibilidad. No es un poeta enrevesado, ni tortuoso, ni de indescifrables versos, de esos que se necesitan un manual previo de instrucciones. Su vocabulario, extenso y muy variado, ofrece una amplia diversidad de matices que van desde lo sobro a lo colorista, desde lo místico a lo cotidiano, desde lo culto a lo popular, y que aun desde la búsqueda vanguardista de nuevos términos resulta perfectamente entendible. No se da el caso, por ejemplo, de aquello que se contaba de ese estudiante que estaba escuchando recitar nada menos que "Responso a Verlaine", de Rubén Darío, que cuando oyó el verso que dice: Qué púberes canéforas, te ofrenden el acanto", dice ingenuamente: ¡No he entendido más que el qué!".

La mejor presentación de un poeta, como José Iglesias Benítez, es sencillamente decir su nombre de manera sonora. Y quedaría dicho todo. Tal es la dimensión de su obra, que produce un enorme respeto 
catalogarla o adjetivarla, inmiscuyéndose entre su poesía y el lector, entre otras consideraciones, como ya digo, por innecesario.  

Trataré por ello en todo caso, antes que obstáculo que dificulte, camino que allane; antes que muro que obstaculice, andamio que aúpe; y antes que torrente de locuacidad que confunda, pausado alegato, con alguna mudez incluida, donde los puntos suspensivos estén acotados por el signo de la admiración.

... (sigue)

(BE-2085)








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