"La dama cautiva es rescatada" (VII)
El Caballero de la Mesa Cuadrada
abandona el campo de batalla,
las guerrillas de la reconquista
que parece que nunca se acaban.
Parte una mañana con desasosiego
y el dolor reflejado en su cara
con sus vasallos y armados soldados
a rescatar a su bien amada.
Le han llegado las tristes noticias
del secuestro, del rapto
de la dama cautiva, su princesa,
la que más quiere y ama.
Gallarda figura de guerrero,
atraviesa cerros, valles y montes
y montañas de difícil acceso
Camina llevando erguida y altiva
y fiereza en el acero de su mirada
la vista perdida, lejana,
el pensamiento herido
en una nube de figuras extrañas,
va a salvar a su dama cautiva,
a su querida y fiel amada.
Lleva esa herida en el pecho clavada
triste y henchida lleva el alma
de tanto caminar y tantas desdichas
que la incursión le tienen dadas
y la emoción de un latir ardoroso,
de esa angustia que le embarga.
Con la espada blandiendo
y despojada de su vaina
alza empuñada hacía el cielo
con esa fiereza de venganza
deseando entrar en combate
prontamente con sus huestes
cuando despunte el alba
y así poder rescatar a su dama.
Mientras he aquí la dulce dama
que recibe halagos del rey moro
le dice que la quiere y la ama,
la suplica que sea su reina
y forme parte de su harén
del que promete que entre todas
ella será la preferida,
la primera dama.
La dama llora desconsoladamente
pensando en su adorado caballero
el de la Mesa Cuadrada,
el Caballero de sus secretos
el que mejor a ella se los guarda.
los que quiere esconder
para que nadie sepa de ellos.
secretos de los dos
y que nadie sepa nada.
Llora y llora pensando en su caballero
mientras al moro le sigue dando largas.
Para atraer su amor el vil moro
con astucia del calabozo la sacara,
la ha llevado con mucha elegancia
a una de sus mejores alcobas
de ellas la más engalanada.
Allí la visita día y noche
tratando de seducirla con engaños
pero ella siempre le rechaza.
Dice el rey moro, para amenazarla,
que si no accede a sus pretensiones
obligará a la fuerza que ella lo haga.
Así la dama cautiva ya no llora
tiene los ojos secos de tanto
como llora y llora sin esperanzas.
Ya llega el Caballero al castillo
para así a su dama rescatarla
Al grito de:
¡Adelante mis guerreros!
al asalto y conquista del castillo
todos sus soldados se lanzan.
Los moros que se han dado cuenta
a defenderse se preparan
se cruzan envites de insultos
de espadas que buscan al enemigo
y de puñales cuando estas
de la lid de la batalla les faltan.
El Caballero de la Mesa Cuadrada
y sus soldados
las paredes del castillo ya alcanzan,
y dirige sus pasos con energía
hacía los aposentos del vil moro,
quitando y matando a todo enemigo
que en al camino se le cruzaran.
- ¡Allá va tu guerrero a salvarte,
mi dama, mi bien querida y amada!
- Yo te he de salvar, moro maldito
y cruel de las hermosas damas
y con mi caballo he de arrastrarte
allá hasta mis propiedades.
Pagarás cara todas las injurias
que a la dama cautiva se las dieras.
Y colgaré tu cabellera
en lo más alto de mi castillo
para que todos vean a este moro
y quede como un ejemplo.
así servirá para que otro nunca se atreva
a ingerir y ofender a una dama cristiana,
a respetar a las princesas y damas
y al Caballero de la Mesa Cuadrada.
Tres guardianes armados
hasta los dientes llevan armas
fielmente vigilan los aposentos
defendiendo al rey moro estaban
como un muro infranqueable.
El Caballero que guarda los secretos
los de su bien amada dama,
asalta con furor y audacia
y uno a uno va liquidando.
así quedaron tendidos en el suelo
con la sangre derramada.
Una herida le han infringido
por el corte de una daga
le sangra en un costado
que vio cuando se sintió desfallecer
y notó la mano cuando se tocaba.
Pero con un esfuerzo sobrehumano
el Caballero de la Mesa Cuadrada
se introduce en la morada del moro
que trataba de huir con su dama.
- ¡Ah! ¡Vil cobarde!
¡Detente ahí, moro de mala madre,
deja a mi amor, no dañes a mi dama
a mi dulcísima amada!
El moro maldito con una daga
en mano al cuello de ella
con cortarle amenaza.
- Si te acercas -dice el malvado rey moro-
tu princesa al instante será degollada.
Huye el rey moro
llevando prisionera
a la apenada dama.
Ella llora sin desconsuelo
y montando en un caballo
a la grupa la llevaba.
El Caballero sin dilación
otro caballo ha montado
con agilidad de felino saltara
y a la zaga persiguiéndole va
por ver si lo alcanzaba.
Por la extensa pradera los jinetes
cabalgan a la desesperada.
Ya le va alcanzando a la par
hasta llegar parejo,
de la brida al caballo le sujetara
y en un ímpetu de valentía
a su amada le arrebatara.
Una daga ha lanzado el moro
y en el brazo al roce le helaba.
El Caballero de la Mesa Cuadrada
deteniendo su caballo alazán
con mucho esfuerzo y a desesperada
con furor al moro le planta cara.
Saca su puñal del fajín
y certero al corazón le alcanzara.
El moro cae del caballo moribundo,
sangre por la boca echaba
Ya el Caballero de la Mesa Cuadrada
vuelve al castillo triunfal con su amada.
triunfal sus huestes gritando vítores
por qué al moro liquidaran.
Va cabizbajo el Caballero
por las heridas que sangraban
y apretado el cuerpo al de su dama.
Ella tiernamente le acariciaba
con besos y llorando
en darle ánimos y esperanzas.
Ya sale triunfante con sus tropas
es la gran victoria lograda
al liberar con fiereza a su dama,
haber dado muerte al moro
y hacerse dueño de otra conquista
las del castillo y las tierras logradas.
Daimuz, 21 de junio de 2022.
Romero Salgado Pacha.
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