Nunca podía uno imaginarse que ya entrado octubre podría la gente bañarse tan plácidamente en esta playa de Valencia. Sin embargo así ha sido este otoño de 2019.
Los escasos veraneantes, en general personas ya mayores, han podido disfrutar de las aguas salinas del mar.
Para verlo y no creerlo, pero así ha sido.
La mar en esos últimos días de septiembre y primeros días de octubre estuvo totalmente calmada que parecía una balsa serena, sin olas y con una temperatura similar a la que tienen las piscinas de invierno climatizadas.
Así los días eran hermosos y los pocos agraciados que tuvieron la suerte de admirar esta dicha creyeron encontrarse en una de esas playas vírgenes que todavía hay escondidas por el Planeta.
Hacía un estado del tiempo que inducia a recrearnos con largos y solitarios paseos, sin prisas, sin necesidad de apurar el tiempo, todo daba lugar para bañarte, pasear y tomarte una cerveza.
Los rayos del sol del mediodía incidían sobre las aguas produciendo miles de salpicaduras y destellos en el mar como si se tratara de diamantes que resaltaban sobre el agua transformando el ambiente en un mundo mágico y maravilloso.
Una estampa tan luminosa y creativa que te hacía pensar si no estarías en algún recóndito lugar de cualquier otra parte del mundo.
Incluso te hacía la sensación de encontrarte en una de esas playas largas y solitarias que no tienen fin, pensando que no era necesario viajar al extranjero para sentir esa necesidad que muchas veces buscamos en otros confines.
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