Pasarón de la
Vera.
Antes de llegar a Pasarón hay un desvío de
Plasencia a Jarandilla, a mano izquierda y a tres kilómetros se encuentra esta
localidad. En el mismo desvío y junto a la carretera se halla una hermosa
ermita posiblemente del siglo XII, no deja de satisfacer nuestra curiosidad y
la de Pepe con las respectivas familias que en ese fin de semana nos acompañan,
(las esposas, José Mari y Alicia), por lo que accedemos a la ermita de Nuestra
Señora de la Blanca, patrona de Pasarón de la Vera.
Vemos unas indicaciones que señalan la
existencia del Museo Pecharromán. Nos comenta Pepe que el personaje en cuestión
es bastante curioso (un artista madrileño asentado en este pueblo)
El pueblo presenta una belleza ejemplar,
es considerado como un bien de Interés Cultural, con la categoría de Conjunto
Histórico-Artístico. Es la misma placa que reza en muchos de estos pueblos de
la Vera como Garganta la Olla, Villanueva de la Vera, Cuacos… A los naturales
se les llama pasaroniegos, tiene una pequeña población de poco más de 600
habitantes. Las fiestas de su patrón, San Salvador, se celebran a mediados de
agosto.
Al final, en el extremo norte del pueblo,
perfilándose la calle hacía la sierra, la altitud sigue pronunciándose a mayor
escala. Nos sorprende un sólido y portentoso Palacio que se alza majestuoso en
sus cimientos y que en cualquier caso se encuentra en desnivel con el terreno,
inclinándose de este a oeste. Tres hermosas chimeneas sobresalen del tejado,
desiguales y distintas, igual que la que vimos en otro palacio, junto a la
plaza de Trujillo y otros que recordamos haber visto en algún otro lugar de esta zona. Cada una de estas chimeneas son
similares, pero no idénticas, pero sí guardan una original similitud asombrosa.
La iglesia parroquial la encontramos con
las puertas abiertas, ello nos inclina a introducirnos en ella antes que la
cierren. Comprobamos que se estaba celebrando más de una comunión por lo que
decidimos salirnos para volver a entrar después. En el altar se hallaba el
sacerdote terminando de bautizar a un niño, curiosamente ya no lo llevan en
brazos. Nosotros vamos a lo nuestro, a observar y valorar el arte que pueda
encerrar el interior de la iglesia.
Mientras nos detenemos en un cuadro
parecido al pintor extremeño El Divino Morales, que hay en esta parroquia
recordamos el que existe en una de las iglesias en Plasencia, a la que no
pudimos entrar para verlo. Este que vemos ahora parece bastante antiguo, así
nos lo hace saber Pepe. La torre de la iglesia está totalmente reparada, hallándose
como regañada. Discusión que ha tenido con la madre iglesia, mirándola desde
otra situación con desdén. Cuando salimos de ella, en la puerta de la misma se
encuentra toda la gente que antes celebraban las comuniones, desde el público
se están lanzando puñados y más puñados de caramelos para los niños y para los
mayores que vemos como se agachan también aprovechando la coyuntura. Es como
una lluvia de gotas gordas que nos caen en la cabeza.
En el recorrido por una de sus calles
vemos la puerta de una casa totalmente abierta, un atril franquea la entrada.
Es una exposición, exponen fotografías en las que se detallan unas cuevas. Nos
damos cuenta de que se trata de una especie de bar, aunque en la puerta no
indique nada. La curiosidad nos invita a entrar hasta la barra a la que se
accede por unos escalones, está abarrotada de jóvenes, otros escalones nos
llevan, al bajar, a una especie de habitáculos o cuevas, hechos a pico; el olor
a humedad se hace insoportable. Alguna lata de Coca-Cola vacía yace en el
suelo, por poco tropezamos con ella. En la pared se forman algunos huecos como
hornacinas y un sofá con cojines de espuma forrados.
Esta intromisión curiosa a la que hemos
asistido espontáneamente, hace que aliviemos la vejiga en los servicios. Un
momento bien aprovechado y sin pagar nada porque no nos arrimamos siquiera a la
barra. Quien hubiera visto este descaro habrán dicho “vaya cara, la de estos”.
Los que nos acompañan en el grupo y que
pasaban de largo han decidido seguirnos con la misma curiosidad nuestra ya que
habían pasado desapercibidos.
-Vamos a entrar aquí a ver que ha visto el
chiquinino. -dijo Pepe a los demás cuando nos vio entrar sin mediar palabra.
Todos, como no, aprovecharon para usar el servicio de los lavabos.
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