“El hombre instruido tiene siempre
la riqueza en él mismo”
(Fredo)
Antonio Camacho Aguilera (Militar)
Especialista en mantenimiento y automoción.
Nació en Siruela, en 1959.
El día que conocimos a José Antonio fue un encuentro fortuito, fue cuando caminábamos paseando por la playa de Guardamar de la Safor, una playa de Valencia.
En el breve y corto diálogo que compartimos juntos por el paseo marítimo que no fue más allá del centro de Bellreguard, cerca del límite con Miramar, fue lo suficiente como para intimar lo justo que puede dar de sí un breve momento, un tanto superficial de la vida de cada uno de nosotros.
Es un militar que tiene la especialidad de mecánico y siempre ha viajado de apoyo en grandes expediciones científicas y militares. Ha estado en situaciones difíciles como la guerra de Bosnia o largas temporadas en operaciones científicas en La Antártida; en situaciones delicadas como las que se vivieron en Afganistán o precisamente en Irak.
- No hay que darle más importancia que la que tiene. –nos dice con sencillez.
- Todas esas vivencias son muy distintas entre sí. –vuelve a decirnos.
- No tiene nada que ver unas circunstancias con las otras, ni tan siquiera con lo que nos rodea en cada momento. –prosigue.
- Ese peligro al que hacemos mención al que en un momento determinado puede uno encontrarse imbuido de lleno en el mismo. Un conflicto belicoso que encierra un magnetismo y una incertidumbre incierta. Vuelvo a repetir que hay que darle solo esa importancia que tiene en el instante o el tiempo y la situación en la que puedes encontrarte en un momento determinado – aclara.
José Antonio no se “corta” lo más mínimo cuando habla, dice las cosas con esa naturalidad, ni más ni menos como la vida misma, sin necesidad de cambiarlas.
- Puedes tener un problema igual que cuando conduces un coche, en cualquier ciudad como Madrid, por ejemplo - afirma.
- ¿No has sentido alguna vez miedo…? - le preguntamos.
Ese miedo que en ese momento que nos lo está contando lo estamos sintiendo ahora como si en realidad yo fuese el protagonista del relato, casi se podría decir como algo alucinante.
. Llegar a la Antártida es algo fantástico, es pasar en la vida por una de las experiencias más inusuales que puedas tener. Yo fui a una de esas expediciones y ahora está programada otra a realizar dentro de poco a la que, si no ocurre otra particularidad, pienso ir también. –afirmó con contundencia.
El 15 de diciembre de 2002, José Antonio partió al Polo Sur en una expedición científica con destino a la isla de Decepción, en la Antártida, allí pasaría las navidades. José Antonio fue uno de los responsables del apoyo logístico del grupo. Con él fueron otros dos extremeños, el cocinero y un científico de la Vera.
La isla Decepción se encuentra en el archipiélago Shetland y junto con la de Livingston son los dos complejos permanentes del campamento de los españoles.
Los días en la Antártida son sin noche, una luz cegadora que difumina las distancias y un tiempo frío, en el que el viento genera una sensación térmica de 35 grados bajo cero.
En medio de la ventisca y el hielo el módulo de automoción estuvo presidido por la Virgen de Altagracia, patrona de Siruela, iniciativa propia de José Antonio Camacho.
Con respecto a la comida no sería la primera vez que hacían migas con pan hecho y cocido en la Antártida y con respecto al clima allí reinante dice que se pasa mal al principio, pero a los pocos días el cuerpo se acostumbra y finalmente puede más la ilusión que el frío.
Fuenlabrada 13 de agosto de 2004.
Alfonso Caballero Trenado.
Referencias varias:
“Unas migas se agradecen con el frío de la Antártida” (Entrevista), por J. Álvarez Amaro. Cáceres, 2002, Diario “el Periódico Extremadura”, página, 13. Fotografía en blanco y negro.
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