Del poemario:
"En esta lenta soledad del día"
Madrid, 1988.
Ed. Beturia.
Página, 47 y 48.
Autor:
José Iglesias Benítez.
Crepuscular.
Era tu voz quebrándose en la tarde
con aires de paloma o de jilguero.
Era la luz vencida, derramada
sobre tu vientre-sol que anochecía.
Era el placer naciendo a borbotones,
bañando a oleadas el espacio
y tu carne aplastándose, obediente
a la dulce victoria del deseo.
Estamos los dos: vital presencia
regalando sus trinos y sus goces
a todo cuanto ardía.
Cuchilladas de luz sobre tu vientre
el sol, aún moribundo, iba poniendo.
--Lujuria vergel del agua mansa
estremecida apenas, verde y sangre-.
Hicimos navegar alados peces
de tu piel a mis manos.
Visitamos
las azules regiones donde habitan,
en desnuda concordia adolescente,
las imposibles ninfas de mis sueños
con soñados efebos de tu sombra.
Anduve por tu piel. Y tu anduviste
sembrándome la carne de cerezas
a tu boca arrancadas.
Recorrimos
los dos la historia entera, mundo a mundo,
por una efervescente geografía.
Anunciamos la vida y fuimos luego
la explosión total de lo viviente.
Desbordamos la tarde, beso a beso,
y fuimos infinitos unas horas.
La tarde declinó, pero la noche
nos dejó para siempre entre los labio
un sabor luminoso de palomas
como un vuelo extendido de piel joven.
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