Autor:
Juan Ramón Jiménez.
Mi muy querido poeta y amigo:
Desde que recibí La Espera le he escrito a usted muchas veces con el deseo. Una baja moral de cuatro meses, como la que suele invadirme en estos últimos años, después de un periodo de excesivo dinamismo; con el ineludible trabajo de esta universidad, me han impedido vivir mi día como yo siempre quisiera.
Gracias centuplicadas por su bellísimo libro, su generosa carta y la nota que Juan Guerrero me envió de la revista Finisterre. Usted me dio con sus versos su hondo ser y estar poético, poético de veras, es decir, emanado. Usted, querido amigo, es "Un natural" de visión serena y expresión limpia. Usted sí que tiene voz de poeta y mano de poeta.
¿Y cuando se darán cuenta algunos supuestos jóvenes españoles, de que están endiosando a escritores que recortan la luz como papel en fríos simulacros de palabras que a ellos les parecen preciosos? Manejan las ideas y las momifican como si fueran cadáveres y las forman como si fueran ruinas. No, no son poetas esos complicadores para el que sabe que la palabra no es cualitativa por su establecimiento forzado sino por su hermosa docilidad.
Por fortuna, hace unos años los nuevos españoles se están encontrando y logrando. Tras aquella confitería a lo "Zeñó Adriano" vuelve el espíritu contra el ingenio y yo estoy contento de haberlo pronosticado en mi conferencia Crisis del espíritu en la poesía española contemporánea. Y usted es de los espirituales mejores y por eso le es dócil la palabra y no necesita incrustarla en el molde preciso del rompecabezas; y es así, porque usted tiene dentro la esperanza que la atrae, la ilusión que la tiene contagiada, la fe que la convence y la hace confiar en usted. La voz de usted no es labia ni falsete, ese falsete "salinista". Es voz de pecho.
He llenado su libro de señales, pero no quiero citarle estrofas, líneas. La masa total es de calidad lírica sin innecesaria "perfección". Prefiero sus formas más cortas y me atrevería a decirle que yo suspiraría algunos "cósmicos". Hace años que los cósmico" nos extraña. Todos somos cósmicos, no hay por que aludir a nuestro propio nombre.
Le digo a usted que diga a nuestro amigo Pedo Laín Entralgo que recibí su carta con el número que me enviaba de la revista Cuadernos Hispanoamericanos y que le contestaré pronto. A él le debo la alegría de estarle escribiendo a usted esta carta. Le doy un buen abrazo y me felicito de poseer el manuscrito de La Espera.
Su
J. R. J.
Riverdale, 22 de julio, 49.
4310 Queensbury Road.
(B-308)
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