Las Cuatro Estaciones.
(Verano XIX)
Para esa tierna mujercita, atenta, cariñosa.
Con esa, su amistad sincera,
para esta dulce amiga mía.
(A: Lole)
Amiga
¿Por qué viniste a mí, dulce criatura?
si yo no te conocía de nada,
¡no sabía quién eras que con tanto ardor
de lejos al verme me saludabas!
¡Dulce flor de mi jardín prohibido!
te vi, y con mi deseo un beso te di,
arrullándote ligeramente tu mejilla.
en la oscuridad del deseo, de la nada.
De tus lindos ojos brotaron dos llamas,
Cual, si fueran dos lágrimas,
furtivas, cautivas dentro de tu alma,
y salieron empujadas, rompiendo
la barrera de la prisión donde se hallaban,
tiernas, suaves, llenas de ardor amoroso,
que su ser mucho tiempo encerraban.
Es de un puro placer el tuyo
de ese estado embriagado contenido.
De ese amor pasional que embarga,
y con el viento sencillamente llegaras,
en silencio, con una sonrisa de nada.
en un soplo de susurro amanecido.
Fue un día, con soledad en la plaza,
con ese aire de hada embrujada.
Con tus cabellos retozones al viento,
teñido natural, de color gris ceniza.
Esa chiquilla es como un manantial
con sabor de agua, cristalina, clara.
¿Quién es esa maravillosa mujer,
que sin conocerla ni haberla visto jamás
pronuncia mi nombre, saluda y me habla?
Parece conocer mi vida de siempre
y yo tan siquiera de ella no sé nada?
Camino de los Veneros /Castillo, 2 de agosto de 2021
Romero Salgado Pacha.
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