lunes, 27 de diciembre de 2021

Bibliografía de José Iglesias Benítez: "Aullidos (El Licántropo)" (Poema)

  Del poemario:
"Revelaciones"
Autor: José Iglesias Benítez

Cáceres, 2007
Ed. Diputación Provincial de Cáceres.
Institución Cultural "El Brocense"
Páginas, 21, 23 y 25.







Aúllidos (El Licántropo) (Poema)


                                                    Sino es ahora que aúllan los lobos a mi puerta
                                                             si no es ahora que aúllan los lobos de la muerte (...)
       ¿Cuándo moriré?

                                                                                                           Leopoldo María Panero

 
Están aullando lobos a mi puerta.

Viene hacía mi la noche con sus lobos
y me deja su aullido de muerte en el umbral.

Me duele la memoria.
Y me duele el olvido tanto como el recuerdo.

Que yo también fui lobo por las calles
de la ciudad de entonces,
que yo también fui un lobo solitario
buscando en la ciudad tu carne amarga
es algo bien sabido.

Que yo también fui lobo.

Venteé calles, plazas, avenidas,
inmundos vertederos, pensiles suntuosos,
el centro y los suburbios,
para encontrarte y devorarte, ciego,
tu blanco corazón de corza huida.

Tu blanco corazón de corza blanca,
huyendo como las luces,
huyendo entre las sombras,
por los cafés y en los teatros,
entre las multitudes,
huyendo siempre,
                                            huyendo, 
                                                                              huyendo, 
                                                                                                                 huyendo... 
mas dejando señales evidentes
de tu paso de esquiva primavera.

La fiebre desatada en mis arterias
de hambrienta fiera en celo
al rastro de tus huellas husmeaba
la sal de tus aromas,
la hembra desbocada que se habita.
y aullaba largamente
de instinto de licántropo irredento.

Y cuando al fin mojó sus fauces en tu sangre
y levantó, salvaje, su hocico hacía la luna
para ulular su aullido de victoria,
fue un grito humano el que estalló en el aire.

Y el lobo se hizo hombre.
Y el hombre se hizo verso.
Y habitó en mi palabra.

Se hicieron dardos de ilusión los cálidos
quejidos de tu carne
y amanecí en tu vientre,
canto y voz para siempre resurrectos.

Otra vez el amor, igual que en Gubbio,
ofició su milagro.

Pero el amor no pudo
guardar tu corazón silvestre
y te perdí en la selva
de la ciudad quebrada.

Volví a vagar sin rumbo ni horizontes
ni fuerzas ya para seguirte.

Hoy, que aúllan los lobos a mi puerta
y la noche me deja su aullido en el umbral,
me duele la memoria
y me duele el olvido tanto como el recuerdo.

Me duele
el lobo aquel que se perdió en tu sangre
y el hombre derrotado que te aguarda
                                                mientras escucha el largo      l a r g o         l  a  r  g  o
aullido de la muerte.


(BE-2236)




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