Autor:
José Iglesias Benítez.
Calle de la mínima planta
que hace de luces alarde:
se ha puesto roja la tarde
y encendida la garganta.
Un campesino que canta
al fondo de la taberna
resuelve una tarde eterna
en el taranto que sube
y del vuelo de una nube
prende la nota más tierna.
"No puedo ir esta noche,
niña, a tu reja
que está celoso el amo
y no me deja.
Esta mañana
hubo trino de alondras
en tu ventana.
Y al mediodía
cantaron ruiseñores
junto a la mía.
Hubo trino de alondras
y es que los pájaros
saben de nuestras penas
más que los amos".
La copla se desempereza,
deshilvanada, en la plaza:
suave queja de una raza
que calla, suspira y reza.
Tiene la tarde tibieza
de un lento morir de luz.
Lejano sabor de cruz,
de eternidad detenida,
sobre esta esquina dormida
que soñó mi juventud.
(BE-1945)
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