domingo, 13 de junio de 2021

Bibliografía de José Iglesias Benítez: "Prosopoema a Manuel Pacheco"

 Poemas dedicados.


Del poemario: "Clamor de la memoria"
Madrid, 1998.
Ed. Beturia.
Páginas, 46 y 47


Autor:
José Iglesias Benítez.


Prosopoema a Manuel Pacheco

Hoy he vuelto a Badajoz y hacía frío. a pesar del sol, a pesar de la lumbre del sol y el azahar de los naranjos, Badajoz estaba muriéndose de frío. Había una escarcha de humedad en los rostros y en la Picuriña un ángel había segado las sonrisas. Desde San Roque a Pardaleras un silencio terrible señalaba con dedos de carámbano el paso de una sombra. Por los altos del Campo de San Juan doblaban su luto las campanas y su llanto de bronce se perdía buscando el corazón de los gitanos por la Plaza Alta y más arriba. Y la torre albarrana, que, en su blancor inútil, no pudo espantar los perros agudos de la muerte, descolgaba su desconsuelo agónico de pena negra y mora. La Alcazaba convocaba tristezas en larga procesión por los adarves, sin guardias ni caballos ni humildes barrenderos que limpiaran los lentos cagajones de la ausencia.

Como un jirón de niebla, los ojos de un muchacho, mordidos por el humo rabiosos del drama cotidiano, contaban que Manolo se había ido y nadie quería creerse que el hondísimo agujero de la nada hubiera quebrado ser tan frágil. "Manolo se ha marchado", decían aquellos ojos y pensábamos en una broma agreste. Manolo se ha muerto -insistían aquellas cuencas vacías desde hace lustros-. No hay quien cante el sudor dolorosos de Duke Ellington ni el saxo insomne de los negros en sus rotas madrugadas de boliche. El jazz anda colgando sus notas más oscuras, sus tristísimas carencias, en todas las esquinas".

Entonces sospechamos nuestra orfandad sin límites. El cine lloraba en blanco y negro, y en sus cuadros desnudos, Vaquero Poblador, resbalaba en lágrimas de óleo.

"Si se calla el cantor, calla la vida..." Chavela con voz ronca ahogaba en aguardiente los surcos de vinilo. Y en el Embarcadero un Guadiana de ojos y de ojos se perdía por el laberinto de cenizas. Todo el Guadiana era un río de cenizas, un corazón de agua y de cenizas, acunando entre los puentes un tiempo irreductibles: el tiempo de un poeta de verbo infatigable que quiso y no pudo curar el cáncer con libélulas; el tiempo  que está todo, todavía, manchado en podredumbre; el tiempo de Manolo y su verso siempre vivo.

He vuelto a Badajoz y era una llaga. las calles vestían de soledad -patrona de esas calles-, y los escaparates de las librerías desnudaban sus desamparos en destellos y palabras. Palabras que sonaban recias, indómitas, salvajes y valientes. Palabras de Manuel Pacheco, cargadas, encendidas, que la palabra es el arma. Y en medio de un torrente de palabras, Manolo sigue vivo.


(BE.1982)


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