Poemas dedicados:
(Elegía a la muerte de mi padre)
Del poemario "Clamor de la memoria"
Madrid, 1998.
Ed. Beturia.
Páginas, 39 y 40.
Autor:
José Iglesias Benítez
Estaba viejo el padre. No tenía
más que un dolor agudo y su firmeza
para aguantar la vida. Le colgaban
jirones del que fue, por todas partes.
Presentaba abierta, en el costado,
la herida de los pobres. y en sus ojos
guardó la dignidad, de luz un látigo
para azotar la pena que afrontaba.
Estaba lento el padre y soportando
la dura levedad de su esqueleto
gastaba en años de sufrir la historia.
No hubo afrenta en la muerte. Compañera
de tanto y tanto sol por el campo
en comunión andando, convocado
por ella, respetable. Muerte siempre
de cana en cana en cana sucedida. Muerte
para vivir el llanto sin oprobio.
El padre siempre supo, siempre quiso
tener mano de padre, reciedumbre
de amor encallecido, como un vino
de un áspero dulzor que reconforta.
El niño qe yo era lo miraba
desde su grave candidez de niño.
respetaba la nieve del cerezo
el otoño en su sien y su palabra
era recta y mullida cual un surco.
Y daba gusto en acurrucarse en ella.
Le trinaba un jilguero por el labio,
las manos en la espalda, recorriendo
el enorme zaguán, que hoy es tan chico.
Le trinaba un jilguero porque el niño
nunca le adivinase la tristeza.
Tenía el padre olor olor a padre. Olor
a harina bien cernida y amasada
en pan caliente, en pan tan generoso
como un beso de Dios sobre los campos.
Nos ofrecía el pan para la mesa
y el verso para el sueño. Siempre supo
llevar a Dios consigo, camarada
del alma panadera y bien nacida.
Hoy andarán los dos haciendo panes
con harina de estrellas que algún ángel
molinero les cierne en el espacio.
Trinarán entre dientes porque el hombre
nunca le adivine la tristeza.
(BE-1971)
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